Crónica del espectáculo Savia Nueva. Mediodías Flamencos en Flamenquería OFF Bienal. Sevilla, 25 de septiembre de 2022.
Lo vorágine de La Bienal se llevó por delante mi tiempo. Más vale tarde que nunca. Quería contarlo. Porque rara vez acude uno a los inicios de la carrera artística de bailaoras de categoría. Ya lo sé. Son aún muy niñas. Pero a veces toca mojarse o vaticinar un futuro a sabiendas de que se puede meter la pata. Como también se hace dorándoles demasiado la píldora. De momento solo necesitan su espacio, trabajo y un empujón. Desde esta humilde tribuna merecen mi consideración y estima, porque a pesar de su corta edad, estas cinco artistas de menos de metro y medio consiguieron que disfrutara con su baile e incluso me dieron algún pellizquito. No lo digo porque fueran entrañables, que también, sino porque no eran meras alumnas de academias de medio pelo.
La preciosa sala Flamenquería de Sevilla acogía la última propuesta del ciclo Mediodías Flamencos que La Fábrica de Arte Producciones había organizado al abrigo del OFF Bienal. Cinco niñas de distintas partes de la geografía española burlaron la programación del magno festival y se colaron en mi agenda llamándome poderosamente la atención.
Inés Rubio al compás, Antonio Santiago `Ñoño´ a la guitarra y Paulo Molina y Jonathan Reyes al cante se lucieron en el acompañamiento para crear la atmósfera oportuna.
De Tarragona vino a pisar las tablas Alma Cuétara. Ocho añitos y una planta que apunta maneras. Bailó con gracia y compás por alegrías. Su coreografía bien montada. Sabía recogerse el vestido y moverse por el proscenio. Se crecía por momentos, lo hizo a gusto. Su excesiva concentración y responsabilidad no le dejaban reírse a ratos, pero es tan pequeña… Cuando asomó la sonrisa conjugaba a la perfección.
De Extremadura subió a la tarima un bellezón de once años que quitaba el hipo. Una chiquilla morena de gesto racial y rasgos jondos. Carmen Molina. Quédense con su nombre. No me cabe la menor duda de que la verán en los escenarios. La poseyó el taranto y dibujó figuras tan estudiadas como espontáneas derrochando fuerza y sensualidad flamencas. Remató por tangos y sus contoneos auguraron un futuro prometedor.
La elegancia en el baile la trajo de Utrera Lucía Benavides. Por soleá demostró delicadeza y gusto en las posturas, lejos del artificio teatralizado, con mucha naturalidad. Sus desplantes eran suaves, la pose fina, sus pies decentes y los braceos brisa. A sus quince años y con tal dominio podrían ir teniéndola en cuenta. Se hará un hueco en el flamenco.
Calzando solo nueve años, se acercó desde Antequera Victoria Amador. Bailó por cantiñas inundando de ternura y gracejo las tablas. Le creció el arte en las escobillas y surtió de muecas y figuras salás su cuidada propuesta. Rebosante de afición, dejó patente sus intenciones con muchas ganas.
Pero destacó sobremanera una granaína de trece años que verán por los carteles y les robará los oles de la cartera del sentío. Triana La Canela. Que hasta el nombre tiene bonito. Nada más poner un tacón sobre el entarimado, se me abrieron los ojos. Cuando el arte hace acto de presencia se palpa en el ambiente. Bailando por Levante y coronando por tangos pintó flores con sus manos, movió los brazos con galantería, curvó su cuerpo perfilado con cada quejío del cante. Taconeó con definición y potencia, creó desplantes originales y figuras poco manoseadas. Evidenció que el mantón no es solo un adorno. Voló sus flecos con soltura, como si hubiera nacido arropada en él. Cada llamada, paseo, zapateado y pose merecía la foto que inmortalizara el momento. Triana no es una promesa. Ya es una realidad que puede revolcar a profesionales del baile.
Un fin de fiesta con todas y al que se subió a dar su pataíta la pequeñísima Manuela Molina (pa comérsela) y Ainara Cortés, cerró la tarde de gloria de estas pequeñas grandes bailaoras.
Alma Cuétara
Carmen Molina
Lucía Benavides
Victoria Amador
Triana La Canela