Los artistas pillaron una mojá pa vení recién duchaos al Templo del Flamenco. La capital sevillana era un hervidero. ¡Lo que movió Juan de Juan! Digo yo que se quejarían los del concierto de Manuel Carrasco, porque el bailaor de Morón le melló la entrada. ¡Amoaentendernos! La peña estaba doblá de gente. El aire cruzaba de lao como un silbío entre el bullicio que asistió atónito al ritual de la emoción. Román Vicenti le hizo el amor a la guitarra. David El Galli y Miguel Lavi tejieron sus ecos jondos con encajes de bolillos. Surgió la magia. Una vez más. La Peña Flamenca Torres Macarena volvió a convertirse en el altar del duende.
Afinó Román el bordón alejándose del MI. Cejilla al uno. Todo el ébano a merced de la armonía de su izquierda. La pulcritud en arpegios y trémolos con la derecha y una pulsación ora suave ora potente redondearon un solo de guitarra que trajo a su carta de presentación la sensibilidad. Hirió con su toque durante toda la noche.
Comenzó Lavi con la querencia a su cuna pegándole arañones al taranto de Manuel Torre. El Galli respondió con el sabor terruño de aquella manta y los cuatro duros que pedía Gaspar de Utrera que le echaran por la ventana. Y las palmas se los llevaron a los tangos en los que el bamboleo les sedujo el gañote. De ahí en adelante (y hacia atrás) ofrecieron un recital preñao de enjundia que hizo de este tándem leyenda presente del cante pa bailá.
La incontinencia del taconeo martilleante de Juan desde la puerta del camerino anticipaba lo que formó después por bulerías. Comenzó el pase arrebatadoramente flamenco. Endiñó un salpicón de cal desde que pisó los maderos. Y mostró un baile fresco por su eclécticismo y rancio por los manantiales de los que bebe. O te disloca o te disgusta. Porque va arrasando como un pura sangre. Y a ver quién lo calma. Y si lo templas no es él. Pídele al calambre que te dé suavito o al pellizco que sepa a caricia. O te gusta o te descoloca. Te provoca el asombro. Te mantiene en vilo aguardando la sorpresa. Porque Juan de Juan está extraordinariamente loco. Conjuga unos pies veloces y portentosos con un baile vacilón de cuerpo para arriba a más de un braceo que recuerda y huele a Morón: al Andorrano, al age de Anzonini, a Pepe Ríos… con marcajes en corto, coqueteando con el contoneo, arremangándose la chaqueta. Pero con hechuras que desdibujan el concepto de la elegancia que algunos distinguen en otros gestos, confundiendo las maneras. No es el baile de Los Farruco, ni el de ningún otro. Cuece una suerte de mezcla personal cuajá de detalles con empaque que lo hacen distinto a los demás. Habrá a quien no le convenza, pero a poco que uno se abandone a la deriva te da un puñao de zamarreones y ni te enteras del guantazo de arte que te llevas a casa.
El primer pase supo a poco. Juan levantó la polvarea como en una estampida. Dejó la miel en los labios y los graves del cimbreo del entarimao presionando en el pecho. Llegó, arrasó con el baile y adiós. Luego los cantaores se alternaron la sal por alegrías con un soniquete sin parangón, trenzando los tercios en un remate en el que cada uno dijo su letra reencontrándose en un final al unísono para coronarse en Cádiz.
Juan de Juan subió a echar los restos en la soleá por bulerías, encandilao por el calor de las voces tiznás de Lavi y El Galli que llevaron en volandas al de los tacones de cal. La segunda parte fue incluso mejor. El fuego que lo atraviesa no lo dejó pasear lento. Juan es eléctrico hasta en las parás. Pero las cruje estrujando los tiempos. Derrochó técnica depurada y una fuerza descomunal en los pies doblegando el compás a su antojo. No se olvidó de nada. Bailó con todo el cuerpo sin pensar. Como cuando se pestañea o respira. Le brotó la espontaneidad natural de las vivencias y la herencia desordenada de una ristra de bailaores que lo poseen. La improvisación fluyó al son de la sangre que le empujó el legado a sus carnes menúas. Decenas de desplantes de originalidad discurrieron por las tablas. Juan bailó ignorando la impostura, disfrutando y haciendo disfrutar.
Juan de Juan metió en el saco el aplauso eterno de la ensolerada peña. Una peña que puso boca abajo al dibujo de sus brazos y a golpe de tacón. Recogió la talega de oles y se armó el fin de fiesta al que subieron unos cuantos y bailaron pocos, pero bien. Descollando el trapío de la alcalareña Yaiza Trigo, que con solo 16 añitos removió las entretelas del público. O la pataitá sembrá de Torombo: una fábrica de arte sobre dos tacones.
En breve añadiremos más vídeos a la crítica y las redes sociales
Que viva el flamenco y los flamenco y los participantes al flamenco y lo bueno periodista y crítico del flamenco oleeeeeee
Gracias!!! Qué bien me miráis!!!
Pero mira que te explicas bien !!!. Oleeeeeee por los Buenos Artistas que sabemos que lo son .Y oleeeeeee para tí Maestro por esa gran pulcritud y sabiduría contándonos todos los por menores que van ocurriendo en este «nuestro Templo más Flamenco de Sevilla , Torres Macarena . Lo poquito que he visto me hace ver la que se lió allí. Ah y se nota que ha bebido de los manantiales de la casa de los «Farrucos» (Aunque Él cree sus cosas) con su personalidad . Sienpre me ha gustado su Baile. ENHORABUENA A LOS CINCO , PORQUE EN ELLOS ESTÁS TÚ KIKO VALLE . GRACIAS !!!
Muchas gracias!!! Me halagas. Fue una buena noche.
Perdón en el «sienpre» , se me ha colado la «n» en vez de la «m» y no sé como se cambia jajajajaja .