Crítica del recital de guitarra de Alba Espert en la Peña Flamenca Torres Macarena de Sevilla. Ciclo Guitarra Flamenca de Mujer. Al cante, Francisco Pulido El Chapas. Jueves 6 de octubre de 2022.
Era necesario. La Peña Flamenca Torres Macarena sumó otra piedra a su templo del arte con el ciclo Guitarra Flamenca de Mujer. No es solo una reivindicación sino un acto de justicia para normalizar la inclusión de mujeres guitarristas en las programaciones. Los cuatro jueves del mes de octubre acogerán sendos recitales a cargo de grandes tocaoras que dejarán de estar a la sombra para arrojar luz con nombre femenino a la sonanta. Le correspondió inaugurar la cita a una tímida jerezana de veinticinco años con una espuerta de galones a sus espaldas: Alba Espert.
Prendió su guitarra y comenzó a agasajar con la rondeña A Don Ramón Montoya, de Manolo Sanlúcar. Presentó sus credenciales al clasicismo del toque. Su actuación fue un homenaje a los grandes, sin ostentación de virtuosismo. Pero le imprimió la frescura de este siglo poniéndole entusiasmo a la enjundia con la que arremetió y delicadeza a los momentos dulces. Le costó arrancar sin leves imprecisiones con la izquierda. Le duró hasta la granaína. En la soleá renació. Su pulsación se hizo potente cargando de solemnidad los bordones y de brillo las agudas. Aunque flaqueó en el alzapúa que sirvió de remate a una falseta tremendamente jonda, anclada en las raíces de las seis cuerdas. Francisco Pulido El Chapas vino a cantar por milongas. Se entretuvo en los tiempos. Alba lo acompañó con suaves mecidas, atención y oído para una letra extensa en la que desgranó las familias del cante.
Tras el descanso se metió el mal bajío en el bolsillo para atreverse con la petenera. Trémolos y arpegios parafrasearon la melodía con pulcritud, coloreando la sobriedad del estilo a fin de conformar una pieza distinguida, de clara ejecución. Pero fue con la profundidad de la taranta con la que encendió la segunda parte. Relució con gusto. Ya templada, sin nervios, se creció de menos a más, preparada para volver a mostrar su faceta de acompañante. En esta ocasión por alegrías, donde El Chapas olvidó las letras y se perdió. Después hizo un fandango natural y una ristra de Huelva en los que exhibió sus conocimientos por la diversidad de variantes. La joven artista se sintió cómoda en segundo plano, sirviendo al cante con tonos de paso, cierres oportunos, compás y sabiduría.
Alba ofreció un recital más que digno, deslucido por la intervención de Francisco Pulido, que si bien le puso intención y ganas, no fueron suficientes para tapar sus carencias de cantaor aficionao. No dio la talla de calidad que la guitarra de la jerezana merecía. Más allá de la técnica, en la que a Alba no la asiste la grandilocuencia virtuosa, supo darle sabor y sensibilidad al ciprés. En un panorama guitarrístico donde sobran picados de vértigo, armonías rebuscadas y portentos carentes de alma, se agradece la guitarra simple, que no sencilla, de esta mujer. Su toque se comprende y digiere sin tropezones. Se entienden los tiraíllos, resplandecen los trémolos finos a dos o a tres dedos y sobre todo el recuerdo a Sabicas, Ramón Montoya o Niño Ricardo, bajañís de corte clásico y jondura que sorprenden por la franqueza de su naturalidad flamenca. Alba Espert tiene abonado un camino por recorrer y tatuará su nombre en el pentagrama sonantista. A poco que mejore su precisión, la definición de los rasgueos y termine de pulir detalles para los que está más que capacitada, el tiempo la pondrá en el sitio que merece si los flamencos quieren.
GRANDE Alba Espert !!! .Aún siendo tan joven , su recompensa va llegando por ese esfuerzo y a la vez amor por el instrumento . ENHORABUENA a Alba y ENHORABUENA de nuevo a tí Kiko Valle por estas exquisiteces que escribes con tanta verdad y belleza . GRACIAS !!!