2023. Cien años de Fernanda de Utrera y Lola Flores. Flamenco, cuplé y copla.
«Lola tenía tanto entendimiento de lo bueno y de la calidad del cante que tenía adoración por Fernanda. Y Fernanda, siempre que estaba con Lola, la admiraba por sus formas. La veía y se quedaba embobada, por cómo recitaba y por cómo se movía. Se tenían adoración mutua como personas y como artistas. Eran buenas amigas. Las dos tenían el mismo entendimiento, las mismas formas de comprenderse solo con mirarse».
Una explicación sencilla de lo que Lola y Fernanda, o Fernanda y Lola, sentían una por la otra. La dio Diego Vargas en una magnífica entrevista que el compañero y amigo Juan Garrido le hizo para Expoflamenco . Y así quiso recordarlo durante la conferencia que ofreció el joven periodista jerezano descorchando el Festival Flamenco Al Gurugú de El Arahal. Fue en La Casa del Aire, con buenas palabras, buen público, buen cante y buen toque. Se arrimó a Utrera para venir de la mano de la sensibilidad cantaora de Manuela del Moya y la guitarra de Antonio Moya, el padre de esta criatura que emocionó con caricias sonoras cada vez que despegó sus labios. Antonio le entregó el alma en las cuerdas de la sonanta para abrigar la fragilidad de su dulzura. Y fueron hilando coplas, cuplés y bulerías con la pluma selecta de Garrido que se alejó de manoseadas costumbres de aportar información al peso para reflexionar y analizar los vaivenes entre estos géneros dejando en el aire si Lola era o no flamenca o Fernanda se buscó en el cuplé.
No ahondó en datos biográficos que están a disposición de todos en las redes, sino en particularidades en torno a las hechuras de ambas, sus gustos y la singularidad de sus vidas que en muchos aspectos convergían para el disfrute del arte. Como también confluyeron en la época y coinciden en este 2023 en la celebración del centenario de su nacimiento. Además de en gustos y hasta en repertorio. Jerez y Utrera se están deshaciendo en honores a estas dos mujeres indiscutiblemente irrepetibles.
Aunque ambas nacieron en familias humildes tuvieron las fatigas justas. Lola se empapaba de lo que había en el pequeño tabanco de su padre y de otros de los alrededores de La Plazuela, además del folclore y la música andaluza que emitían las emisoras de radio. Vivió en la misma olla de calles que Antonio Chacón, La Paquera, los Moneo y los Carpio. Y aunque se mudó con su familia a Sevilla buscando mejor fortuna, no les fue tan bien y regresaron a tierras albarizas. Debutó oficialmente en el Teatro Villamarta con 16 años con el nombre de Imperio de Jerez en el espectáculo Luces de España. De ahí en adelante, se dedicó acertadamente a la canción, las variedades y las bulerías, siendo muy sonada su relación profesional con Caracol y sus intervenciones en numerosos tablaos.
Fernanda sin embargo «ya traía consigo en sus códigos la gitaneria y no necesitaba impregnarse de ella por el entorno: lo vive en su casa y su sangre». Emparentada con lo más granado de Lebrija – no hace falta recordar que su abuelo fue Pinini – mamó desde sus pañales el quejío natural y lo asumió por aprendizaje vicario. Por su casa pasaban artistas de la talla de Antonio Mairena, que convenció al padre de las Niñas de Utrera para que salieran del pueblo de los mostachones a conquistar el mundo desde Madrid a Nueva York y derrocharan su empaque tiznao por los maderos de los mejores tablaos, teatros y festivales. Participó junto a su hermana en la película de Edgar Neville Duende y misterio del flamenco y también en La novicia rebelde o Flamenco de Carlos Saura.
«Lola podría haberse dedicado al flamenco, pero no quiso porque no se creía con el talento para templarse por soleá o seguiriyas. Tiró por la canción y la copla». La polémica está servida este año en Jerez porque su tradicional Fiesta de la Buleria será dedicada a Lola, poniendo de nuevo en el candelero la eterna pregunta: ¿Es flamenco lo que hacía Lola? . A más de seguir siendo criticada supuestamente por no llevar Jerez a gala, cuando siempre que quería saborear los olores de su infancia, se rodeaba, además de Fernanda y Bernarda, de las gitanas viejas de Tío José de Paula y flamencos jerezanos. Si bien el acercamiento de Lola a la ortodoxia jonda lo hizo a través de la bulería y las chuflas, Fernanda siendo una cantaora ‘por derecho’ no se encogió ante los cánones del cante y se atrevió a bulearizar la copla como hicieron otros muchos, elevando la categoría del cuplé a límites insospechados. La reina de la soleá interpretó el Se nos rompió el amor para arañarse o el Romance de la Reina Juana y el de la Reina Mercedes, prestado de su hermana Bernarda que era fiel seguidora de Lola a quien quería y admiraba con locura.
Pero en Jerez el cuplé por bulerías tiene para muchos el bajío de ir acabando con la bulería corta de su tierra, a pesar de que cada día más, se cante donde se cante, el cuplé ha ido adquiriendo protagonismo y admitiendo la entrada en los doce tiempos de casi cualquier canción que un flamenco con maestría sepa encajarlo a compás. Aunque esto no es nuevo, ya lo cultivaron desde Vallejo y Pastora, hasta El Chaqueta, Alfonso de Gaspar, Gaspar de Utrera, Bambino o La Paquera. Y todavía hoy El Marsellés se acuerda como casi todos de Concha Piquer o resuenan los ecos del gran Fernando de la Morena, Adela la Chaqueta o el que aún pía como nadie: Juanito Villar. ¿Quién dice que todo esto no es flamenco?
Y para demostrar lo que Juan Garrido nos contó con el desparpajo, la naturalidad y los conocimientos que posee, Manuela del Moya lo dibujó con su garganta. Primero cantó La Zarzamora calentándose las mieles del tragadero. Domeñó los versos con la versatilidad que atesora al arrullo de las cuerdas de su padre, que no olvidó ni un acorde de transición ni los compases apropiados para colorear la copla. Se aferró a su cuna con El compromiso, caramelizándose en cada fraseo con ternura. Luego la Reina Juana. Y para abrochar el asunto, bulerías. Pidió Antonio las palmas pa acompañar y se unió Garrido desde su sitio y Mari Peña subió al escenario. Manuela cantó sin hincar las uñas ni pegar voces, haciendo el cante bonito, con sabor y enjundia.