Compréndelo. Te rasga, te disloca. No es Lebrija, que también. No es que riegue su cuerpo la sangre de Los Pinini, ni que haya mamao el leco impoluto de la esencia flamenca. Es eso y mucho más. Inés Bacán trajo la memoria de una superviviente a la Peña Flamenca Torres Macarena para desbaratarnos la cordura. No se parece a nadie. Ni hay nadie que se le parezca. Es única. Diría que imprescindible. Y como ya apunté en alguna ocasión, si no hubiera nacido habría que inventarla.
Enjugó su tragaero calentándose por malagueña. Y desde ahí todo fue pena y dulzura en una garganta privilegiá que dolía en los bajos, donde clavó las uñas aguantando las fatigas. Se acordó de Manuel Torre, aunque fueron suyas las mecías, siempre en la tangente de la afinación. El llanto no buscaba la cuadratura. Luego se encomendó a su Dios hincaíta de rodillas apretando en la de El Mellizo, cortando los quejíos para herir a sorbitos. De golpe no se puede. No fue el mejor cante de la noche. Sirvió para comenzar con el ritual de la emoción.
Tejió unas cuantas letras por cantiñas. Acompañó el compás mientras acariciaba el aire huntándolo con almíbar. Jugó con los silencios, recortando con justicia los tiempos. Se fue al jardín de la alegría, se enreó con los cabellos, se asustó con una cucarachita, se preguntó dónde están los colegiales… Sólo supo a ella. Respetando a Pinini, Lebrija y Utrera, honrando su casta, pero imprimiéndole una personalidad sin cotejo. Ni hoy, ni nunca. Le dio lo suyo y un poquito más. Luego prosiguió por bamberas elevándolo a cante grande. Colmó sus melismas de azúcar moreno. Era irremediable la mirada a las formas canónicas de Pastora Pavón, aunque también me vinieron a la mente aquellas de Pedro Peña. De nuevo tamizando cada tercio según Inés. Con regusto, reposá.
Si hasta aquí ya nos había enamorao, en los fandangos por soleá pegó cuatro pellizcos de los que aún dan fe los cardenales. No fueron los de El Curilla que hizo suyos Fernanda, aunque el primero guardó semejanzas. Ni siquiera se pareció tanto el segundo a las hechuras de Farina cuando su corazon dice, dice, que se muere, que se muere. El tercero ya coronó el gozo del respetable cuando vio cómo estrujaba sus puños con empaque una cantaora sin parangón. ¡Flamenquísima, inigualable!
Los tientos abrieron por Utrera tributando a Gaspar. Después siguió dándole forma a su propio sello. Rebautizó eso de yo vengo de Larache, del campo moro quitándole el acento granadino. Le puso su apellido con una exquisitez suprema en el cambio a los tangos que cerraron una primera parte de dulce.
La guitarra de Antonio Moya fue la horma de su gañote. Conoce el paño como su casa, se compenetraron a la perfección. Tocó borracho de emociones, con los garabatos del sollozo e inspiración jonda. Bordones acampanaos, trémolos que trinaban y las florituras oportunas para una cantaora sin tonterías la hicieron ir en volandas. Gimieron sus acordes en la malagueña, lució armónico y original por bamberas y a compás en la seguiriya, los tientos tangos y soleá por bulerías, evocando el toque de Pedro en muchos pasajes de su intervención. Antonio le colocó a Inés las cuerdas para trenzar en ellas los colores de Lebrija con las venas de los Bacán.
Volvió del descanso a embriagarnos con la melosidad de su nana. Cerró los ojos para vivir el recuerdo de aquella alma perdida con la sensibilidad desmesurada de una madre con vacíos. Pero llena de amor. Juntaba las palmas de sus manos, lloraba con la nuez el desgarro que no se olvida. Y así entró después en la soleá por bulería demostrando que el flamenco lleva tropezones, que el cante si no sale a su antojo desde lo más hondo de tus entretelas no es cante ni es ná. La casita de los locos fue mi paraero robándome el sentío. ¡Cómo cantó Inés!
Y por si fuera poco, reincidió escarbando en la profundidad del dolor para empujarlo desde las tripas. Se llevó las manos al vientre que acogió a sus criaturas para arañarnos con una seguiriya acompasá tragándose el grito, sufriendo en la contención la queja infinita. Si quieren conocer las variantes vayan a beber de su pare Bastián, que preñó de cadencias singulares el lamento seguiriyero endulzando los giros finales para aliviar el padecimiento siquiera un poquito. Sin embargo acabó lacerando igualmente porque los pesares de esta gitana no conocen la impostura. Echó las asaúras en el macho. Luego despertó del trance secándose las lágrimas de los ojos. Miró a Antonio desconcertá, como si el dolor la hubiera traspasao abriéndola en canal casi sin darse cuenta de que discurría por sus entrañas la negrura de una seguiriya punzante y doliente. Cuando el flamenco te asalta desde la cuna brota al calor de una sonanta, con el impulso de la amargura. Como acertó a decir mi amigo Jesús Naranjo, Inés es el éxtasis versión Lebrija. Tronó la ovación de una peña abarrotá.
Sólo cante y toque. No hacía falta nada más. Inés y Antonio resolvieron los misterios de la transmisión buscando en los aires de la campiña, evidenciando lo que Moya dice: «el flamenco no es de minorías, es la élite» José Méndez, Myriam La Vaquera y Fernando Peña subieron con su soniquete para culminar por bulerías. Cortitas pero con sabor. Tras los aplausos Inés se resistía a irse. Volvió a encandilarnos al aire por tonás, terminando de rajarse las carnes por la afición.
Crítica del recital de Inés Bacán y Antonio Moya. Peña Flamenca Torres Macarena, Sevilla. Sábado 4 de marzo de 2023.
Se veía venir…
Eso me pasa por leer estas crónicas con más píxeles que el aifone980 o por dónde vaya. Ahora me da envidia je, je…
En fin. Pues ha tenido que ser la leche esa combinación de cante, toque y sitio, sí, pero me he quedado con las ganas. Aunque no puedo decir «otra vez será» porque estas cosas no se dan más veces…
Gracias, al menos, por el artículo, que lleva al lector aficionado a acercarse al sabor de lo auténtico.
Un saludo!
Gracias Iván! Fue una actuación para el recuerdo. Emotiva e intensa.
Abrazos flamencos.
MÁS Y MEJOR , IMPOSIBLE . QUE BIEN RELATADO !!! GRACIAS KIKO VALLE .
Gracias Vicente!! Por leer y comentar.
Abrazos