No tuvo su mejor noche. No nos andemos con rodeos. José Canela vino a la Peña Flamenca Torres Macarena cargao de nervios y responsabilidad. Los oles se vendieron caros entre la afición. Muchos se fueron en el descanso. Otros aguantamos el tirón para llevarnos solo unos cuantos giros, algunos momentos de cordura y el eco de lo que pudo haber sido y no fue.
Me dejé las esperanzas en un gurruño de papel. Me abandoné solo a sentir. José se quejó como si ahogara una pena entre los hielos del vaso y arrojara su dolor al aire sin mesura en el grito. Le rebosó el cante por las aristas de la tolerancia, confundiendo la transmisión con estrujar su garganta dos tonos por encima, robándole el mástil a la guitarra jonda de Antonio Moya. El tocaor lo acompañó con enjundia, especialmente inspirado. Se afanó en los seis ríos de plata mejor que de costumbre, con más brillo y empaque si cabe. Lo recogió en los cierres, lo tapó cuando hubo que hacerlo, le dio bien las entradas y el tiempo, colmando de falsetas puras un toque que supo al abrazo de un amigo que pone el hombro para el llanto de un desvalido.
Las palmas de Chicho Prieto y Margaret tampoco ayudaron por deficientes. Así que hoy no me sale aquello de destripar estilos para que sangre un herida, porque precisamente intuí con probable certeza que una emoción desbordó a Canela. Se entregó hasta despellejarse y se le escapó el cante. Arriba por exceso y debajo por incontinencia. Incluso a veces no dominó la afinación. Pero lo intentó todo, asomándose a las profundidades insondables donde habita el duende, llegando solo a rozarlo sin que hubiera un encuentro sanador.
Así discurrió su repertorio, desde la taranta malagueña de Fernando el de Triana con la que abrió el recital a la toná con la que lo abrochó. Calentó el gañote por Levante, después añadió la sal por alegrías y se fue al descanso de una primera parte cortita con la bulería por soleá, probablemente lo mejor de su actuación. Preñó de variantes la soleá, demostrando conocimiento y destreza. Se desbarató los centros buscándose por seguiriya, se acordó de Mairena y El Chaqueta en las bulerías y la toná echó el cerrojo. Siete cantes con los que quiso encandilar a Sevilla. Y José Canela no endulzó. Se acercó a los arañones pero no dolieron tanto. Se dio al respetable, pero a jirones deshilachaos.
Cantó sobre el escenario y en el camerino. Después entre cuatro cabales que cerraron la peña. Desahogó el lamento sobre su garganta. Pero la congoja le impidió el lucimiento que a buen seguro tendremos ocasión de disfrutar.
Recital de cante de José Canela con la guitarra de Antonio Moya y las palmas de Chicho Prieto y Margaret. Peña Flamenca Torres Macarena, Sevilla. 14 de octubre de 2023
Pica en cualquier imagen para verlas en grande en una galería