Crítica de la actuación de Miguel Laví al cante, con la guitarra de Manuel Parrilla y las palmas de Luis Cantarote Lúa y Juan Diego Valencia. Peña Flamenca Torres Macarena, Sevilla, 15 de octubre de 2022.
Sevilla sigue curándose las heridas de La Bienal en Torres Macarena. El templo del cante marcó la verea. El sábado hasta Jerez, de donde vino con su garganta raspá Miguel Laví como embajador de La Plazuela. Ofreció un repertorio escueto para los jartibles, apropiado para los que les gusta que metan solo la puntita. La puntita de la cuchara en el plato. Por aquello de no llenarse del todo, quedarse con la miel en los labios o las ganas de escucharlo de nuevo. Fue corto pero sabroso. Y no sonó a baile. Miguel demostró que tiene reaños para lidiar en solitario seis toros a muletazos.
La peña estaba llena. Especialmente de público joven. Socios, amigos, algunos guiris… un auditorio de aficionaos con paladar arropó con una manta de oles al jerezano. Cantó a gusto. Aunque resultó tacaño en cantidad y generoso en la entrega.
Acompañado extraordinariamente a las palmas por Luis Cantarote Lúa y Juan Diego Valencia, comenzó con el corrido gitano de Cuatrocientos son los míos, que impresionó Agujetas en el ochenta y siete en el recopilatorio Medio siglo de cante flamenco. ¡Vaya manera de templarse! Arremetió con desgarros enduendaos señalando cómo afronta él los tercios: masticando las fatigas.
La malagueña pura, sin abandolaos. Buscó la sensibilidad en las mecidas melódicas pero su voz pedía pellizco. Se acordó de Manuel Torre y El Mellizo con una buena ejecución pero no a la horma de su gañote. Luego en los tientos tangos se lució con más brío antes del descanso. Es en la segunda parte en la que paseó con enjundia por las callejuelas de Jerez. Llegó la bulería pa escuchá. Aquí se desenvolvió con maestría tributando a su tierra, como también lo hizo en el soberbio remate por bulerías con el que echó el candado a la actuación, con pataítas de los palmeros incluidas. No sin antes haber sentenciado con empaque la seguiriya. Lo mejor de la noche. Principió por la variante de Manuel Molina para pararse en la de Joaquín Lacherna y abrocharla apretándose en el macho de Juan Junquera. Se peleó con la queja subyugando el cante a la voluntad del lamento que le recorría su cuerpo menúo, emocionando sin ornamento, a sorbitos cortos, dolientes, al calor de su nuez aguardientosa.
Lo escoltó a la sonanta Manuel Parrilla. Quizá no fue su mejor noche. Preñado del toque gitano que abandera, salpicó con algunas falsetas para el aplauso, pero su acompañamiento fue disperso y desigual. Destacó en los tientos tangos, soleá y bulerías. La pulsación algo blanda.
Quien nos hizo disfrutar fue sin duda Miguel. A pesar de poseer un registro vocal poco amplio, lo suplió con buen gusto y unas embestidas que zarandearon los cimientos de la solera jerezana. Eché en falta que se alargara. Porque eso de lo bueno si breve es dos veces bueno no cala en la afición ansiosa de flamenco por derecho, que es lo que regaló Laví para el deleite del respetable.



Buena crítica . La justa y la precisa , con la realidad con que acostumbra a narrarnos Kiko y enseñándonos e ilustrándonos con muchas «cositas» , las cuáles yo desconozco . Por eso le doy siempre las gracias cada vez que leo sus crónicas . Gracias Kiko , muchísimas Gracias !!!
Buena y cabal crítica ..!!
Muchas gracias!