Crítica de la actuación de Agujetas Chico, Felipa del Moreno, Iván Carpio y Luis el Zambo con el acompañamiento a la guitarra de José Gálvez y las palmas de Chicharito y Manuel Tarote. Ciclo Zona Flamenca. Concierto en memoria de Chocolate. Plaza Río de Janeiro, Polígono Norte (Sevilla) 1 de abril de 2022.
Sevilla quiso rendir homenaje a Chocolate volviendo a su pila de bautismo. En un viaje a las memorias flamencas trajo un pedacito de Jerez a una plaza del Polígono Norte. Pero casi todo quedó en la buena intención. Porque fue una mala noche de cante.
Esta incursión de Zona Flamenca se enmarca en un programa de cinco actuaciones que persigue la recuperación de figuras gitanas y obreras que sufrieron el estigma y el éxodo del centro a la periferia. Le tocó a Antonio Núñez Montoya Chocolate ser el primero. Y su voz abrió el concierto añorando aquellos años de su niñez en los que andaba siempre descalzo, sin botas ni ná. Se trataba de una entrevista grabada en el año 73 y que disfrutamos a sorbitos entre cada una de las intervenciones de los cantaores del cartel. Lo escuchamos recrear la extraordinaria sensación que tenía cuando de crío celebraba un gol dejando marcada la pared al patear una pelota de tenis empapá de agua y el entusiasmo con el que se daban peñascazos entre los amigos, saltaban a piola o se subían a los árboles. “Los niños de hoy no saben jugar”. Él con doce años aún no cantaba para los señoritos por soleá o seguiriya pero le pagaban veinte duros por unos cuantos fandangos y lo echaban. Había hambre, aunque siempre comía donde fuera. Recordó con cariño la relación con el Bizco Amate y su Alameda de Hércules, uno de los lugares de culto flamenco de la Sevilla a la que había que venir a refinarse en el cante.
Presentó el acto Miguel Ángel Vargas, de la Factoría Cultural del Polígono Sur. Después una ronda por tonás sin lucimientos excesivos, cortita pero con buen sabor, sirvió de calentamiento para una noche fría.
A pesar de las bajas temperaturas a la intemperie la guitarra de José Gálvez sonó afinada durante todo el recital. Su soniquete jerezano acompañó a los cuatro y se lució sin robar protagonismo, con sencillez y flamencura. Chicharito y Manuel Tarote pusieron las palmas formando una sinfónica de compás.
Agujetas Chico entró por malagueñas en el jardín de Venus a buscar la flor que amaba. Su voz quebrada como un pedregal no le impedía perderse en lo melódico y modular el cante sembrándolo de bellos melismas. Las selló con abandolaos. Comenzó la soleá por la de Alcalá de Joaquín el de la Paula, aunque todos la reconozcamos en la garganta de Manuel Torre cuando decía esto de por ti abandoné a mis niños y mi marecita de pena murió. Crujió demostrando su herencia y no faltaron la variante de Juan Ramírez o el remate por Carapiera. Bulerías bien acompasadas terminaron de aclarar su nacimiento, nos dejaron regusto a madera. Unos fandangos lacraron su paso por las tablas apurando el gañote. Y a pesar del corto registro tonal que lo limita fue lo mejor de la noche. Lo que vino después sentenció el concierto.
Era el turno de Felipa del Moreno. Salió por alegrías. Alejándose del micro buscaba entonarse y empezó la pelea. Por la octava alta, forzada, perdida y a grito pelao malogró dos letras. Gálvez la guió y le cantó por lo bajini para acercarla. Transportó el tono sin mover la cejilla pero la mujer no se enteraba. Entró en razones. Luego volvía a la sordera exprimiendo el cante sin necesidad. No solo por aquí. También lo afeó en los tangos. Las bulerías seguidas no pudieron arreglar un repertorio casi molesto, desentonado y desafinado por momentos. No tuvo un buen día. Dejó algunos giros bonitos, la toná del principio y poco más.
El vínculo familiar con el homenajeado lo puso en la tarima Iván Carpio, sobrino nieto de Chocolate. Lo buscó por tarantos y no brilló demasiado. Cantó después por bulerías. Los tercios rindieron tributo a su tío con más admiración y propósitos que buenas letras. El público estaba contento. Incluso se levantó a aplaudirle los fandangos. Chocolateros, claro. No remataba bien ni los hiló fino pero de nuevo el recurso de olvidarse del micro puso en pie a la gente. Iván no lo hizo mal del todo. Tampoco demasiado bien. Yo me quedé casi indiferente ante una esperanza.
Y llegó Luis el Zambo, un cantaor al que he tenido el placer de escuchar otras veces en las que me hubiera partido la camisa de no ser porque la crítica está mal pagada. Un cantaor de una pieza que huele a barrica. Un cantaor que no admite discusiones. Un cantaor. Un cantaor que en esta ocasión estuvo igual de bien que siempre pero acomodao, sin despeinarse. Que lo hizo bonito pero demasiado justo. Que fue a lo seguro: bulería por soleá, tres letras cortas y con enjundia por seguiriya y una pequeña tanda por bulerías. Bien nada más. Me cuesta decirlo.
No sé si fue el frío que pasaron los artistas, la docena de aviones que sobrevolaron por la plaza mientras duró aquello, los niños que corrían por allí, el ruido de botellines por el suelo, el murmullo constante del público o quizá la mezcla de olores entre la comida de los bares y los canutos que perfumaron el ambiente lo que hizo que esta primera cita del ciclo resultara algo mediocre. Aparte del cante. O puse el listón muy alto. Se pretendía reivindicar el derecho de estos barrios a la cultura de calidad. La cosa quedó en cuarto y mitad y el recuerdo a Manuel Molina cuando preguntaba ¿aquí cuándo coño se dice ole?
Firma: Kiko Valle
Creo, y no soy un entendido, que el cante nació en la intimidad, y por tanto, donde mejor se muestra es en petit comité. La hondura de ese cante, no puede surgir mientras unos hablan, otros beben y otros ni entienden. El cante no es un espectáculo para las masas como el fútbol, porque cualquiera puede cantar bien en una noche y en la siguiente no, ya que son sentimientos y a veces afloran y otras no. Saludos
Yo pongo el «Ole».
Lo pongo al cante y al arte que buscamos y que en noches así vemos que no se da fácil.
Anoche confirmé lo que suelo intuir…
Es el flamenco un misterioso misterio.
Llevan un talento tan grande en las venas estos artistas, que a menudo ni se dan cuenta.
Y el público está frecuentemente quemao de pesares y ávido de alivios y deseoso de disfrute y menosprecia sobre valorando, contradictoriamente lo digo, actuaciones como la que vi anoche.
Está claro que es difícil. Muy difícil por una cosa y por otra. Pero no sé puede poner «homenaje a Chocolate» y hacer eso.
Sevilla tendría que hacer algo más grande.
Y no me refiero a parafernalias.
Debiera llevarles a esos barrios sufríos medios adecuados para que los críos que corrían por allí recogieran algún beneficio de tanta explotación del flamenco por mucho interesado y espabilado.
Pero, en la práctica, lo que se vio no fue un merecido homenaje a Chocolate, sino más bien una velaíta.
Porque esos artistas pueden mucho más y está claro que en una peña o en momentos de intimidad, hubiesen conectado mucho más con las letras jondas que cantaron.
Aunque, como se dice en el artículo, entre los aviones aterrizando, el frío que helaba las manos del guitarrista (al que me encantó verlo, eso sí, disfrutar mientras miraba a los cantaores para servir al arte), los botellones cayendo, etc, pues también es normal que no fuera todo sobre ruedas.
Por tanto, noches así ponen en valor lo que son las noches buenas de cante, para que los que vivimos en esta bendita tierra no nos creamos que esto es tan fácil.
Y a quien corresponda, medios para que en estos barrios lleguen homenajes en condiciones.
Gracias, Kiko, por darnos cuenta de este acontecimiento. Confieso que sentí pesar por no poder asistir, aunque ahora, a toro pasado, me alegro.
Seguramente que la noche estaba sentenciada por el propio planteamiento. Organizar un festival de verano al aire libre bajo condiciones de invierno no tuvo que ser la única opción para rendir homenaje al gran Antonio Núñez. Bastante mérito y valentía demostraría el público que aguantó estoicamente la ‘pelúa’ que cayó anoche.
Así es Luis. No se dieron las circunstancias apropiadas y pueden entenderse algunas cosas.
Abrazos flamencos.
Una opinión respetable como cualquier otra. ¿El lugar acertado? No lo sé. ¿La temperatura adecuada? No lo sé. Esto es ir más allá. Todos los cantaores a lo largo de la historia han tenido mejor y peor etapa. Buenos y malos días. Pero debemos ir más allá. El flamenco es más que todo eso. Cuando hay profesionales de esto, cuando se vé y se palpa que son distintos, que tienen su personalidad, hasta los errores «si es que los tienen» como todos, son bonitos. El flamenco perfecto, no sería flamenco. El romperse un tacón, el rajarse y dañarse la garganta, eso es flamenco. Por lo tanto, dentro de una mala noche por motivos ajenos o no ajenos a los artistas debemos apoyar esto que hacen ellos tan precioso y lindo. Dejando a un lado los gustos personales de cada uno. El libro del gusto está en blanco. El público disfrutó y eso es lo que se pretende. Que la gente que entienda más o menos de flamenco se apasione de esta música tan bella. Jamás se puede criticar a un flamenco que nos está regalando su alma en un escenario.
Efectivamente amigo. Precisamente el flamenco está lleno de bellas imperfecciones. Estamos de acuerdo en eso. Hacer crítica de flamenco en un panorama en el que todo se aplaude por malo que sea es otra manera de apoyarlo. Y no significa que lo que ocurrió esa noche fuera algo despreciable pero fue una mala noche en general. Aun así (insisto) Agujetas Chico estuvo muy acertado, Iván Carpio no lo hizo del todo mal y Luis El Zambo… con solo abrir la boca ya nos tiene en el bolsillo. Precisamente por eso sé y dije que solo estuvo bien. A mí me disloca Luis.
El caso de Felipa es aparte. No fue su día. Porque Felipa canta bastante bien y no supo entrar en verea.
Y hablando a favor de los artistas, tengo que decir que en las circunstancias en las que cantaron no eran las mejores. Hicieron lo que pudieron.
¿El público disfrutó? Parte del público. Otra no tanto. Y vuelvo al principio: vivimos en el todo vale, la palmadita en la espalda y a hablar mal de los artistas incluso entre compañeros pero en corrillos. Cuando se alza la voz en público quieren ahorcar al pregonero. O coronarlo, depende de lo que haya dicho.
De cualquier modo, es solo una opinión. La mía. Que coincide con la de algunos y no se corresponde con la de otros tantos. No pretendo ofender sino valorar desde mi sentimiento y afición lo que viví y trasladárselo a quienes lo lean.
Abrazos flamencos.