«Soy un enamorao de mi tierra y así lo demuestro cada día». Fue lo último que dijo Luis de Chimenea antes de regar el patio con su cante. Compré el disco. Le hice caso a mi amigo Antonio Ortega. Lo escuché con el corazón abierto y los ojos cerraos. Y así caló en mis entrañas ese estribillo:
De Lebrija vengo,
de Lebrija soy.
Donde quiera que voy
yo la llevo dentro.
Bulerías al golpe romanceás, de su tierra. Como aquella que Inés Bacán mece cuando Al pocito yo voy por agua y no llevo soga o Pedro Peña clama lamentándose de que Amigo ya no hay amigos. Unas bulerías que dan nombre a esta obra y la cierran erigiéndose como una banda sonora de lebrijanía. Fue el pasado 2 de febrero en el Instituto Andaluz de Flamenco (IAF) cuando acudí a la presentación y todavía perdura el tintineo del compás de Lebrija en mis carnes.
Antonio Ortega no vino «en calidad de periodista ni flamencólogo, sino de compadre y primo, porque si no es difícil analizar esto». Dijo con acierto que este cedé era «el resultado de la transmisión vivencial gitana de Luis en su familia y en esos encuentros con las casas cantaoras de Jerez, Morón, Lebrija o Utrera». «Se podría haber llamado Chimenea puro». Elogió la anarquía del cantaor como símbolo de pureza. Porque este disco no es más que el fiel reflejo de la peculiaridad de un hombre «pasional, tozudo, visceral y noble de corazón que lleva a gala su gitanería y Lebrija. Y ahí es donde radica su tesoro».
Sergio Aguilera se encargó de la producción y puso su guitarra al servicio. Señaló que Luis tenía las cosas claras: «no grabo dos veces, esto está bien porque sale así, como soy». Una de las muchas anécdotas que describen la personalidad humilde y transparente de Chimenea. Sergio se afanó en «encauzar ese fuego de Luis complementándolo con la calidad humana y musical de los artistas que participan». Pretendía plasmar la esencia del cantaor contando sus vivencias a lo largo del disco.
Notablemente emocionado, Luis intervino para mostrar su agradecimiento a Cristóbal Ortega por la deferencia de albergar la presentación en la sede del Instituto Andaluz de Flamenco, a Paco Bellido, a los empresarios de Lebrija que han hecho posible esta edición, a Sergio y a todos los que han colaborado, además de a los presentes, entre los que se encontraba José María Segovia, El Perla, Pepe Cenizo, representantes de la Federación de Mujeres Gitanas Fakali, amigos, medios de comunicación y aficionaos.
De Lebrija vengo acaba de ser inscrito en la categoría de flamenco de los Premios MIN de la Música Independiente. Habrá que esperar a mayo para conocer si recibe el reconocimiento en la gala que tendrá lugar en Palma de Mallorca. Y se valora su inclusión para las nominaciones a los Grammy Latinos.
Mientras se hacen con él, les adelanto qué trae.
Suena el compás por tientos tangos. Todo comienza en Aquel 18 de abril, fecha marcada en el calendario de Luis porque encontró lo que no tenía y estaba esperando. Llegó el amor. Empieza la declaración de intenciones de un trabajo preñado de sentidos homenajes que conforman la historia de su vida. La guitarra de Curro Vargas se suma a la de Aguilera en este corte con arreglos de Lalu Cordón al contrabajo, Leslie Jordan al violín, la percusión de Tete Peña y los coros de Sergio, David El Pelu, Pedro Peña y Manuela del Moya.
Luego se templa por soleá acordándose de El Mellizo, La Andonda o Joaquín el de la Paula para dedicarle el siguiente cante a su hijo José. La Nana de los luceros es una pieza por bulerías musicada por Dorantes y con letra de Pedro Peña.
Venid luceros todos a una.
Calentadme a mi hijo
que está en la cuna.
Duerme.
Que si a ti te hace falta
te traigo la luna.
Duerme.
Rinde honores Al Cristo de los Gitanos dedicándole unas sevillanas a su padre en las que cuenta con la colaboración de Pepe El Marismeño. Y un martinete A la verdad, por ti donde se raja la nuez a la memoria del capataz Juanma Martín Jiménez que presta desde el cielo su voz en una emotiva llamá con ecos de «fragua, yunque y martillo» y olor a «hinojo y romero» en sus trabajaderas morenas.
¡Ay cariño! Pa mi Manuela es un bolero versionado del Tío Moncho que entra con la sensibilidad de Chimenea por bulerías pausás. Y antes de abrochar su obra, se descubre ante El Lebrijano en Chibulí, evocando aquella genialidad de Juan Peña y sus encuentros con la Orquesta Andalusí de Tánger. Para este tema incorpora además el violín de Faiçal Kourrich.
Con De Lebrija vengo rescatan los ecos de El Chozas y Sergio pone la letra.
Soy Luis Aguilera Vargas,
me dicen Luis de Chimenea,
gitano de Lebrija.
Y aquí os dejo mi herencia
cantando por bulerias.
A toítos los gitanos
y a to el que quiera escucharme
le cuento mis vivencias
y lo hago con mi cante.
Y aquel que no distinga
que calle la boca,
que yo estando en Lebrija
estoy en la gloria.
Con el corazón abierto y los ojos cerraos. Escuchen así a Luis El Chimenea y solo de esta manera entenderán la verdad de un cantaor gitano y de Lebrija que se despelleja el alma en cada tercio.