El piano jondo de Miño, la merma de La Macanita, el alboroto de El Pele y el baile flamenco de Pepe Torres.
La cuna tira. Me fui para la actuación escuchando a Perrate:
Dijo el sabio Salomón:
aquel que ofende a un gitano
no tiene perdón de Dios
De vuelta me vino martilleando este cante. Y sigo buscando las letras para decir lo que hay que decir sin que llegue la sangre al río. No me quise perder la cuarta edición del festival. El cartel era un menú de degustación de flamencura y gitanería. Un cartel de peso, grande. Como el piano que aguardaba en el escenario las caricias trianeras de Pedro Ricardo Miño. Yo, más gachó que el pan Bimbo, me desmorono con la tizne calé. Pero todavía hay quien no se entera que el flamenco sin los gitanos sería otra cosa. Probablemente más desangelá. Que se lo digan al cante de Lebrija y Jerez. O al de Utrera. Mis padres se casaron allí en Santiago. Yo también. Pero no me tocó ni un ramalazo de negrura y se conforma uno con restregarse los soníos morenos de Fernanda a ver si a fuerza del roce se me pega una mijilla. La Macanita, junto con Mari Peña, es quizá una de las pocas que sabe dignificar el cante de la insigne solearera de Utrera. Y allí estuvo.
Este festival surge de Antonio Ortega con ideas parecidas al Potaje. Nace de la solidaridad de la Hermandad de los Gitanos de Sevilla para recaudar fondos para su obra social. Igualito que en Utrera. Con la salvedad de que en los últimos años, por aquello de que el fin justifica los medios, el del pueblo de los mostachones pervierte su programación a fin de dejar sin papel la taquilla en detrimento de la calidad del elenco artístico. Pero de eso hablaré la semana que viene cuando cubra El Potaje para Expoflamenco. Ahora estamos con el de Sevilla, que en esta ocasión homenajeó al futbolista Rafael Gordillo. Los detalles del ofrecimiento me los ahorro porque voy a otras cuestiones. Pero es importante decir que al menos esta vez el Valle Gitano ha sabido programar con cordura. Y no entiendo por qué llenó poco más de medio aforo.
Presentó el festival Manuel Curao con la naturalidad que lo caracteriza. La experiencia es un grado. Curtirse durante cuarenta años en la radio, peñas, fiestas y actuaciones de todo tipo lo hacen buen merecedor de la palabra en cualquier lugar donde suene flamenco. Le dio el pie a Pedro Ricardo y él puso las manos al servicio de la inspiración. Rompió por seguiriya con un estruendo de jondura en los graves del piano. Campanas gordas para acompañar el ocaso. El sol fue escondiéndose ante la queja blanca y negra para turnarse con la luna, que arropa mejor en la noche los lagrimones que corrían por las cuerdas del piano de Miño. Por soleá recordó la saeta al cantar y supo también a Zurraque y la cava, a Alfarería. Me imaginaba a El Teta, Abadía, Oliver, El Arenero, Chiquetete o Márquez El Zapatero tejiendo melodías allí donde los serenos de Triana van diciendo por las calles que duerma el que tenga sueño que no despiertan a nadie. Y es que las teclas del piano de Pedro son cuerdas vocales de embrujo que bailan en la armonía del cante lo que ha mamao en su casa. Hijo de la bailaora Pepa Montes y el guitarrista Ricardo Miño. Como pa que el niño saliera sordo. Para ser flamenco no vale solo con nacer. Hay que demostrarlo. Y Pedro Ricardo lo consigue con sus muecas, al sentarse y al hacerle cosquillas al piano que se estremece en cada tercio pulsao. Para hablarles de técnica que venga un perito del conservatorio. Pero los pellizcos no están escritos en el pentagrama. Para eso poca falta me hace saber de música. Hay que sentirlo. Y al que no se le despegue el pellejo del cuerpo cuando pone las manos sobre el marfil no huele a clavito y canela y no sabe istinguí. O a romero, de ese que al entrar repartían los gitanos para embriagar la noche en los Jardines del Valle. Y lo mismo que me descoloco ahora en mis devaneos con la palabra, me hizo perderme por Huelva con los fandangos en los que me pareció escuchar a Rengel. O en esas bulerías sobrás de compás donde puso su virtuosismo subyugado al arte que corre por sus venas y en las que el piano dijo con todas sus letras que no la llamen Dolores, llamadla Lola. Las palmas llegaron de Jerez con Vinaza y Cantarote. La percusión estuvo a cargo de Fali del Eléctrico. Si el piano de Miño cupiera en la funda de una guitarra, mandaba al paro a la mitad de la cuadrilla.
Y ahora es cuando me sudan las manos, pero no me tiembla el pulso, para hablar de La Macanita. Vino extraordinariamente acompañada por la guitarra de Antonio Higuero, siempre a la altura, y la sinfonía de palmas de El Macano y El Chícharo. Principió por seguiriya. No dolía ni suavito. Hizo unas letrillas más el cambio del comparito mío Cuco. Cantar cómoda es una cosa, otra es aliviarse en los tercios de esa manera en un palo que es lamento. En la soleá por bulería se vino algo arriba en un tributo a Fernanda y no pudo con el remate de Paquirrí. En las bulerías se placeó por Sevilla, Utrera y Jerez, además de entonar el cuplé María de la O y otras cositas. Parte de ellas al aire, fuera de micro, ni se oyeron.
No seré yo quien discuta la figura artística de Tomasa, que desde que empezó siendo una niña prodigio ha dejado momentos de age para la posteridad del flamenco. Pero no está siendo lista. De unos años a esta parte sufre una merma considerable de facultades. Y no las adapta a su repertorio poniéndole así prematuramente la fecha de caducidad. No sé si se justifica con otras razones. Se me antoja intocable por la admiración que siempre le he tenido y lo que significa en Jerez, pero rezuma desgana. Da la impresión de que hoy vive más del rédito de lo que algún día fue. Su eco sigue enamorando, pero le falta más cante: la voz no le responde en potencia ni en redondez. Se le escapan ristras de quejíos que parecen gallos. O gallos que parecen quejíos. Le echa genio en muchas ocasiones. Aunque abusa del efecto, como el de olvidarse de la megafonía. Algo que debería hacerse cuando se tiene el poderío de llenar con la voz, no para tapar en el silencio las deficiencias que amplifica un micro.
Llegó el turno de El Pele con Niño Seve a la guitarra. Que me perdonen un rato los palmeros. Aún no sé sus nombres. Dio la salía pidiéndole al Sol que hiciera el favó de alevantarse que venía Cristo herío. Un peacito de la saeta al cantar y broche acompasao con aires de soleá por bulería y fandango. Pero esto fue solo el aperitivo de entrada. Después dejó de pensar en ti y por soleá comenzó el cortejo que terminó con la borrachera de cante con la que cargué de vuelta. Hizo encajes con los estilos. Colocó la voz donde se le antojaba sin descuadrarse por más que desordenó los tercios con la maestría de un creador. Como un trilero jugaba escondiendo el momento donde arrancarte el ole. Imprevisible, genial. Recorriendo octavas altas y bajas con un registro vocal tocado por la varita. Lo mismo se aterciopelaba en los bajos que embestía envalentonado arriba girando con locura. Agarraba una letra y la arrastraba mostrándole los senderos que solo él recorre recreando cada cante, tatuándole su nombre. Incluso a los de Joaquín el de la Paula y los de Manuel Molina, en los que cabalgando van los gitanos y El Pele fue haciendo el camino. Cerraba la soleá así:
Sevilla siempre será Sevilla
mientras haya vino y flores
mujeres con mantilla
y hombres que hablen de amores
En los fandangos emocionó con letras de madres, nietos y abuelos. Terminó por alegrías liándola otra vez con un cartucho de variantes que ni él mismo sabe de dónde las saca. Las caza el vuelo por su cabeza en los ratitos con duende. Y lo contagia al respetable que se retuerce de gozo ante la demostración de gitanería flamenca de este moreno de Córdoba. Se apoyó luego en Alberti. El tirititrán pa el final. Y un zarpazo por toná:
Poeta soy yo de esquinas blandas
y acera de gomaespuma.
Yo me emborracho de estrellas blancas
bajo la luz de la luna
La guitarra de Niño Seve tuvo parte de culpa de que El Pele estuviera inspirado. Su acompañamiento merecería un capítulo en exclusividad. Sencillamente maravilloso. Sería injusto con su toque limitarlo con una descripción breve. Pronto me gustaría emplazarlo para retratarlo en una semblanza que dibuje la majestuosidad que guarda en sus manos.
Después una propina al piano de Miño con Manuel caracoleando por zambras terminó de alborotar la noche. Detrás de él no hay quien cante. Un moronense subió al entarimado para bailar como nadie sabe: Pepe Torres enclavó de nuevo el suelo gitano de Sevilla. Moi de Morón, El Pechuguita y Guillermo Manzano al cante. Y una sorpresa a la guitarra: el joven Jesús Rodríguez, que a buen seguro le espera un gran futuro acompañando al baile y probablemente en otras facetas del instrumento.
Pepe trajo el son de la frontera en sus pies. Y aunque no estuvo del todo cómodo por el sonido, se regaló sin artificio enveneao de flamenco. La formó por soleá y tras los tangos del cuadro, por bulerías. Es un artista de artistas. El Pele salió al público para no perdérselo. Rebosa elegancia y naturalidad. No apoya su baile en modernidades superfluas que manchan la coreografía. Pepe Torres es en esencia el baile y el baile de esencia. Se aleja del adoctrinamiento académico y somete el estudio al arte. No se empecina en un taconeo para olvidarse del torso. Posee la perfecta conjunción entre el braceo macho y un zapateado potente. Las escobillas justas, sin aburrir. Los paseos finos. Y unas hechuras con la chaqueta, las manos, las poses, desplantes y su cara… que son el bálsamo que cura las penas. Y encima se echó unos cantes con el deje rancio de quien se ha jincao en la sangre el flamenco viejo. Es para mí a día de hoy, el bailaor de pellizco con más enjundia de esta plaza.
Todas las imágenes son autoría del fotógrafo Miguel Ortiz
Firma: Kiko Valle
Maravillosa entrada y un evento para disfrutar!
Muchas gracias por las fotos y la conversación.
Y me lo perdiiiií!!
!!!! Vaya crónica Kiko, de arte también !!!!.
Muchas gracias Paco. Espero que coincidamos pronto.
Tu crítica derrama flamencura. Gracias Kiko.
Gracias a ti por comentar. Un abrazo!!
Cada noche , me engancho más a tus crónicas reales y vivas . Te leo y siento como si estuviera viendo y oyendo a los Artistas que tú vistes ó desnudas . Y aunque cuando tú desnudas a las verdades y no gustan a algunos porque los describes tal y como han actuado , veo que lo haces sin intención de ofender a nadie , pero , eso es lo que tú sientes y eres libre de enseñar el color con el que oyes y ves lo que piensan tus sentidos …. Oleeeeeeee !!! Gracias amigo Kiko Valle …..Te sigo observando …. Jejejejeje . GRACIAS .
Un millón de gracias por tu comentario Vicente. Un gran abrazo y me alegra que te guste.
LAS GRACIAS SIEMPRE A TÍ…. TU SABES LO QUE NOS ILUSTRADOR Y NOS ENSEÑAS ? KIKO VALLE. NO CAMBIES Y SIGUE REGALANDO NOS TUS CRÓNICAS… NOS CAIGAN BIEN O MAL 😉😉😜😜Un abrazo muy Flamenco 💜💜