Siete folios arrugaos y lo menos cuarenta tachones. Quince garabatos de impotencia, mi derecha múa pa no ofendé. Le coge a uno el cuerpo blandengue y pasan estas cosas. Que cuesta soltar las verdades cuando un artista luce su ego rozando la vanidad.
Deja tú que pasen tres días, reza el cante. Ni reposando la sesera en frío. Ni porque la lluvia despeje mojando la tinta cruda se borra un quejío bien dao, ni aquel que no se dio o el que pasó sin llamar. Manuel Fernández El Borrico arribó a los maderos de la Peña Flamenca Torres Macarena fundiendo los metales tronando por tonás. Se presagiaba una noche redonda que no llegó. A pesar de que crujiera el aire rompiendo las esquinas. Dejó un eco distinto desde que abrió la boca. Y no le discuto el sabor. Tampoco el sonido añejo de madera mascá a media lengua cumpliendo con su herencia cantaora. Se acurrucó en la seguridad de su apellido confundiéndome el remedo con la espontaneidad. Desnaturalizó el cante, lo asalvajó unas veces con gusto y la mayoría perdido en sus «majaretismos» disfrazados de genialidad.
Todo el mundo no puede. Y eso que Manuel se dio entero. Sonó moreno, se entregó hasta despellejarse y faltarle la voz, la memoria y el decoro. Porque al igual que pellizcó un poquito al principio o en algunos tercios de la soleá, no entusiasmó por tientos, ni siquiera por bulerías. Menos aún en el Villancico de Gloria o Los Campanilleros de Manuel Torre en los que se olvidó la letra. Me retorcía por dentro cuando rompió la liturgia de una seguiriya bien llevá, con visos de pegarme el arañazo, trazando el origen, radiando,hablando y dando de qué hablar. Lejos de llegar al trance, desdibujó la magia de un lamento que parecía verdad. No es lo mismo sonar flamenco que cantar bien. Y quien quiera entender que entienda.
El Borrico no es fácil de acompañar. Javielito de la Cava a la guitarra lo sufrió. Lo delataban sus ojos humildes y los nervios le hicieron abandonar al cante sin saber por dónde tirar. Está aún algo verde con la sonanta, pero asomó picados interesantes, alzapúas definidos, sensibilidad en la pulsación y buen compás.
Estaba dispuesto a que Manuel me sisara los oles. Los llevaba preparaítos en los bolsillos para endosarlos por puñaos. Pero se acojonaron con cuatro voces, unos fandangos que ni fu ni fa, un remate seguiriyero que describió como cabales cuando hizo el macho de El Tuerto La Peña o, sin llegar al tuétano, las concesiones tributarias a los maestros Terremoto, Tío Borrico, Agujetas, Caracol e incluso a los giros de Fernando de la Morena en las bulerías a compás.
No abrochaba bien los tercios, brillaba solo en los altos al empujar, le costaba mantener los bajos… Ofreció un repertorio acorde para un buen espectáculo pero no terminó de hilvanarlo porque la excitación y sus ganas de abrirse en canal ante los cabales del Templo del Flamenco de Sevilla, lo llevaron a estar desarbolado, algo pasado de vuelta y sin templar. Pero Manuel se desnudó dando lo que tenía, poniéndolo todo sobre las tablas.
No he podido criticar desmenuzando los estilos. Casi no quería escribir. Parece sencillo decir cuatro cosas cuando no te ven. Pero no es así. Hoy no me salía otra cosa. Porque estoy seguro de que disfrutaría como un enano dejándome los nudillos en una mesa mientras Manuel cuenta sus batallas y deshoja el libro de familia con el cante, midiéndolo como un flamenco casero y no ante las exigencias del profesional. Ahí me pegaría bocaos. El otro día agaché la cabeza porque El Borrico lo dio todo pero no me dijo casi ná. O tuvo una mala noche que enturbió esta primera vez que lo recibía en mis entretelas, ansiosas del flamenco con denominación de origen. No me enganchó el corazoncito para harinármelo con los mimbres de su abuelo ni pasearlo por Jerez.
Él se lo cree. ¿Quién soy yo para desmontar eso? Solo un crítico osado que se atreve a escribir lo que siente con la desvergüenza de no ser capaz siquiera de subirse a las tablas a pegar un ¡ay! Con lo bien que lo hago yo en mi casa, que me jincho de cantar.
No se enfade Manuel, que yo no soy nadie y usted es El Borrico. ¡To es pa ná!
Crítica de a actuación de Manuel Fernández El Borrico en la Peña Flamenca Torres Macarena de Sevilla. Sábado 10 de diciembre de 2022. A la guitarra Javielito de la Cava. A las Palmas Jero Carrasco y Miguel.
Manué sabe que atesora un legado familiar, pero todo no es la entrega, los tesoros hay que pulirlos y cuidarlos. Creo que en estos momentos no está en esa onda. Merecería la pena que así fuera .
Así es Mercedes. Un abrazo.