La azotea de la peña a reventar. Todo el aire de la campiña despeinando. Con la guitarra de Curro Vargas, Luis de Chimenea derramó su voz por los tejaos de Lebrija. Hace cuarenta y cuatro años que el sol que ciega a los caracoles en esta tierra besó por vez primera la cara de este gitano. Con nueve añillos debutó aquí en la Peña Flamenca Pepe Montaraz. Hoy se subió a lo más alto para estrenar su recital en solitario.
Con la toná descubrió una garganta llena de arañones y empezó a templarse. Sirvió de preludio a una soleá con enjundia que prometía una buena noche. Gustó en La Andonda en recuerdo de Fernanda de Utrera y ese puentecito como el de la Habana por el que transitó despacito meciendo el cante. Empujó después en los tercios valientes. Por tientos encajó aquella letra propia de la soleá de La Serneta donde fue piera y perdió su centro. Le mangó otra a Manuel de Paula para cambiar a los tangos y remató. Ya no hacía frío. Porque su aliento ardía y el público arropó a Luis jaleando, con las palmas y el calor de la afición entendida que acudió al renacimiento de un cantaor lebrijano. Como aquel al que homenajeó con las bulerías al golpe en las que Pedro Peña advertía que ya no hay amigos. La sonanta de Curro rizó en los bordones la falseta que se escucha en el disco Siscababén para dar pie al cante de Pedro y mi piel se pegó al ébano del mástil para probar esa fragancia. Luis cantó por seguiriya. No lo había hecho antes. Rebuscó por los rincones en la de Manuel Torre, fue a por la de Tío José de Paula y echó las asaúras en el macho que no pudo acabar fuera del micro. Y sin megafonía lo hizo más a gusto. De pie, un manojo de fandangos bien cantaos y un fin de fiesta en el que dominó con soltura. Fue al pocito a por agua y no llevaba soga, se miró en Camarón con el no debería quererte pero te quiero y le pidió a su José que no llorara por juguetes. Dejó una delicia rindiendo honores a Paco Valdepeñas para el bis y se llevó en el bolsillo los corazones de los presentes a cambio de entregar el suyo en cada quejío. Lo acompañó a las palmas para terminar un montón de gente. La utrerana Lucía Benavides se lució en su pataíta, después hubo otra de Paula y sanseacabó.
Curro Vargas pulsó con sensibilidad las cuerdas de su guitarra, dándole candela en los bordoneos cuando el cante pedía, acariciándolas en la paz de los momentos lastimeros. Hizo falsetas clásicas con aportaciones propias, tocó al servicio, disfrutó e hizo disfrutar. Luis cantó con los nervios de un niño chico, la honradez de la buena gente, el respeto de un gran aficionao y el empaque de un gitano con arte que pide su sitio. Tuvo sus cositas. Fueron pocas. En algunos momentos se semitonó en los bajos, pudo mover más la cejilla para apretar en la bulería al golpe y estuvo algo irregular en los estilos. Pero su actuación fue muchísimo más que digna porque más allá de una afinación levemente imperfecta, crujió en los altos, supo recogerse, dolió en los pellizcos y destapó los secretos del compás. Tiene una voz afillá que estruja el cante. Cuando ataca a gañafones da igual donde le pille que lo defiende con arrojo. Se pelea y gana. El que da todo lo que tiene en cada tercio desnuda su alma para transparentar las entretelas del sentío. En el suyo no hay más que gitanería, cante por derecho y bondad. Luis ha demostrao hoy que es mucho más que un artista festero. No solo es un cantaor de nuíllo en las maderas o quien celebra la Pascua de los Gitanos. Es un cantaor humilde pero con jinque para revolcar a unos cuantos.
Por favor cambien ya la cerradura, y dejen ya las llaves donde están, que están muy bien, ahora den un candado si quieren, ¿quién las pueden calificar y valorar para dar las laves?, la administración Política, ciega, neófita, analfabeta, inútil, he interesada, pero de flamenco, flamenco, nada de nada. queremos llegar a este atropello sería una más de mucha que han hecho ya, no le demos más ideas a estos mercaderes sin escrúpulos.
Completamente de acuerdo , artista.
Un abrazo flamenco