Venía arañándome desde días atrás. No pude acudir a algunas actuaciones de la XXXIII Semana Cultural de Actividades Flamencas de Paradas. Estaba enrabietao porque la Peña Flamenca Miguel Vargas programa cada año la mejor semana cultural de la provincia. Por mí acampaba en la puerta. A ver si aprende Chema Blanco, director de La Bienal de Sevilla, cómo se hacen las cosas. Que un pueblo de siete mil habitantes le dé una lección así debería de ser motivo de vergüenza. Aunque creo que esto es algo que perdió al tiempo que aumentaba su cartera. Pero ¿a qué viene La Bienal ahora? Al hilo. Solo eso.
Dulce Nombre Guisado presentó los actos. Le dio la palabra al amigo y compañero José María Castaño, que ofreció una conferencia interesantísima en la que analizó la figura de un genio: Manolo Caracol, ¿50 años de un adiós? «El cante no cabe en un papel, aquí lo importante son los artistas» Convino en resumir que «los grandes transmisores del flamenco que se han ido permanecen por su huella» Incidió en su carácter revolucionario y que se daba en él la confluencia de los aires de Cádiz, Sevilla y Jerez, donde siempre se le ha venerado. Fue desgranando la amalgama de influencias que recibió y la proyección de sus maneras de cantar, en contraposición a veces con las de Antonio Mairena. Este «caudal de jondura (…), estrella rutilante (…), cantaor de personalidad arrolladora…» demostró su calidad artística más allá de la mezcolanza con la canción ligera y la copla a través de sus incalculables aportaciones a los estilos más ortodoxos del flamenco. Así lo plasmó en su «no antología». Se trata de un cantaor que provocaba verdadera locura, «fue la voz seductora». Cosido al verbo campechano, José María Castaño disertó con naturalidad, sobrado de conocimientos. Y proyectó un par de vídeos de Caracol antes de despedirse llevándose el merecido aplauso de un salón abarrotado de aficionaos.
Es precisamente El Pele uno de esos cantaores que recoge parte del legado caracolero en sus hechuras. Vino a poner bocabajo La Comarcal. Este gitano chiquetito, moreno no solo de apellido, se acompañó de la extraordinaria guitarra de Niño Seve. Entre los dos se llevaron los pedacitos del alma del respetable que sobraron a jirones desprendíos después del recital. Lo mismo tiene una noche mala que te revuelca a pellizcos. Esto fue lo que pasó, que aún me duelen las carnes de retorcerme con la jondura de un metal maravillosamente imperfecto que te atraviesa como una daga.
De los poquitos que puede arrancar por seguiriya pegando arañones, reinventándose en cada tercio desde la sabiduría. Para darse chocazos, llegando a la apoteosis en las variantes de Mairena o la cabal de El Planeta con la que abrochó su queja doliente echando los restos, escupiendo la herida. Prosiguió con la malagueña de El Mellizo. Y lo que es en el mundo envidiable es la capacidad de subyugar los bajos a voluntad de su sensibilidad creadora para arremeter en los altos valientes como le da la gana. Después la de Chacón y la de La Trini, en las que se vistió de dulzura meciendo el cante a caricias profundas. Se abandoló por Lucena con los fandangos de Dolores la de la Huerta para cerrar el cante. Formó el taco por alegrías engañando al compás cuando deseaba, porque conoce los rincones del arte. Derramó la gracia y la sal enjuagando el gañote con la poesía de Alberti. Echó el pestillo con el tirititrán al final. A su antojo. Como se adueñó de la bulería en la que invitó a Domi de Morón a robarle la guitarra a Seve. Con un soniquete de cal, Manuel nos regaló los cantes de Lebrija y Utrera redibujados por su garganta inquieta. Con una pataíta graciosa terminó de hilvanar el palo.
La sonanta de Niño Seve hizo levitar al gitano. Con pulcritud excelsa y un compás intachable, embestía con fuerza trémolos, arpegíos, picados y alzapúas en falsetas vertiginosas plenas de enjundia rabiosa. Lo acompañó respondiendo al cante, haciéndolo brillar a la vez que disfrutaba de sus quejíos a los que correspondía en un diálogo de titanes del flamenco. José Moreno puso el camino al ritmo con la percusión.
Me llamas de madrugá
y el corazón se me para
¡Por Dios no me llames más!
Así principió por soleá para culminar el cortejo. Valiéndose de su amplitud de registro y su originalidad, El Pele cantó la soleá de El Pele. Porque es suya, como la de Fernanda es de Fernanda, a quien tributó en forma en alguna letra, al igual que a Lole y Manuel. Doblaba los tercios, parecía apagarse en los bajos y empujaba con brío en la octava alta precipitándose por el pentagrama para volver a la imprevisibilidad de un cante que recrea cada vez que lo entona. Nunca lo hace igual y siempre enamoran sus mimbres jondos pellizcando la negrura de las entretelas de la afición. Soberbio, magistral. Así terminó. El Pele crujió por soleá. Y los cimientos de la peña también al recibir la atronadora ovación.
Fotografías cedidas por Studio Beni
Muchas gracias por este trabajo que aportáis y por la labor que hacéis y darte las gracias Kiko por el gran trabajo que hace cole y olé lo bueno periodista y gustándole su trabajo y su afición por el flamenco enhorabuena. Koko valle
Muchísimas gracias Eva! Se agradece que lo veáis así. La afición por delante, por supuesto. Viva el flamenco.
(Lo mismo tiene una noche mala que te revuelca a pellizcos). Kiko esto que dices en tu Crónica/Crítica , se me ha quedado grabado …y hasta me he sonreído, porque lo he vivido una vez en Tomares .Gracias por contarnos y acercarnos a l@s que no podemos movernos mucho . Pero agradecemos esta narraciones que nos consuela con medio vivirlas a través de tí. Eres muy grande y n sé si sabes el bien y lo bien qoe lo haces . Un abrazo amigo
Me alegra que te guste mi labor. Trabajito cuesta jeje. Muchas gracias Vicente. Abrazos flamencos
En Paradas desde luego que tienen el gusto y saber cada año y desde hace mucho.
Gracias Kiko por traer para todos lo que cosechas de cada variado terreno.