Crítica de la actuación de Manuela Carrasco en el Teatro Maestranza. XXII Bienal de Flamenco de Sevilla, 28 de septiembre de 2022.
No hay bailaora que respire a la que le baste su estampa para crujirte los huesos. Solo Manuela. Salió a las maderas del Teatro Maestranza y tronó Sevilla. Pisó de blanco el escenario arropándose con el mantón, alzó sus brazos y el flamenco se rindió a sus pies.
Las hechuras de esa gitana imponente desafiaron a lo divino. La Diosa del Baile revalidó su majestuosidad callando las bocas con el tacón. Sin más acompañamiento que la tizne morena que la traspasa, dibujó las primeras figuras en silencio sentenciando el canon de lo jondo.
La bulería y los romances pusieron el compás a la magia en Esencia. Doce artistas en el escenario y mis ojos clavaos en ella. Se trajo Jerez en la nuez de Jesús Méndez, el terciopelo de la espuma de las olas de Chiclana en los labios de Antonio Reyes y el rajo de Utrera en la garganta adoquiná de terruños de Enrique El Extremeño. A la guitarra Joaquín Amador, Ramón Amador y Pepe del Morao. Samuel Cortés al violín, María Lomas de Goñi al violonchelo y Ezequiel Montoya y Juan Mateos al compás.
Mi piel seguía buscando a Manuela, recorriendo cada llamada, surcando las curvas de su pose, pegándome chocazos con los desplantes, perdiéndome por su vestío en las arremetías de locura. Porque con ella sobre las tablas todo sobra: la dirección escénica de Antonio El Pipa, que solo se hizo notar en transiciones simplonas, la disposición de los cantaores, un par de detalles del vestuario y en la acertada estética regia del saludo final, eso sí; el sonido deficiente por el exceso de reverb, acoples, empastes… el violín, el chelo y hasta alguna guitarra que asistió como convidada de piedra, además de un diseño de luces que impidió en muchas ocasiones el brillo de Manuela en el entarimado de un Maestranza que no estuvo a la altura de su baile. Eso o sus técnicos. Pero todo da igual. No hay nada que a mí me enturbie el zarpazo gitano que me dio la trianera con sus pellizcos, porque ella en sí fue el espectáculo. Más aún con la Bienal que llevamos sufriendo, donde salvo las honrosas excepciones de Lucía La Piñona, Rafaela Carrasco y en especial la sublime Mercedes de Córdoba, el baile FLAMENCO ha sido desplazado por lo vulgar, lo ridículo, lo experimental, lo contemporáneo y lo vanguardista en un festival que debe cambiar de director para recobrar ya la cordura y dejar de engañar al público. El respetable quiere arañazos de jondura como el que endiñó anoche Manuela demostrando cómo se llena un coliseo y cómo se rompe en aplausos, jartito ya de estupideces vacías de emoción. Esto sí es flamenco. El flamenco es Manuela.
La ronda de fandangos bien cantaos de Tradición y costumbre y la Tentativa de Antonio Reyes por tientos tangos, en su línea, preludiaron el baile por caña: Racial, donde no vi a un Jesús tan desenvuelto, quizás abrumado por la impronta de la bailaora o el sonido pésimo que tuvieron que soportar los artistas. Prosiguió el cante gustoso del jerezano al son de tangos, caracoleando a paso ligero la zambra Tientos de la Rosa. Le cedió el testigo a El Extremeño, que bordó esas malagueñas y verdiales que tan bien llevó por los Montes de Málaga. Pero en la seguiriya Onírica disfruté con el cante enduendao de Antonio Reyes, que se abandonó a la inspiración rompiéndose como nunca y exprimiéndole el sabor acaramelado a sus entrañas con la queja seguiriyera del baile de Manuela. Apoyado en la silla de enea sobre la que se asentaba la efigie solemne de la hermosura morena, comenzó a acariciar con el lamento y ella le bailó al cante en la intimidad de un eco que sobrecogió. Antonio y Manuela sintieron una seguiriya donde se paró el tiempo para regocijarnos en el llanto. Bailó con el silencio, reposando, paseando, con la elegancia de su magisterio.
Llegó el alivio A porfía. Todos con chaquetas blancas, la guitarra de Pepe detrás, después el duo de palmas y delante las tres voces turnándose la soleá por bulería. Bonito. Pero el programa me chivó que era la antesala de la soleá y ya estaba impaciente por cortarme las venas por Manuela, que a pesar de sus 68 años todavía mostró poderío en los pies, aunque la edad lo merma todo. Incluso sin ser una artista que luzca el contoneo del cuerpo, es capaz de arrollar hierática construyéndole con su baile un monumento a la soleá.
De negro luto y con la chaquetilla roja sangre con la que se recoge, volvió a embriagarnos, a emborracharnos de arte, a seducirnos con el látigo de unos pies hoy sencillos pero potentes. Pero también con unos brazos justos y flamencos, con la seriedad del gesto de unos ojos que te miran subyugando. Solo con plantarse domina. No hay más que hablar. Pero Enrique le canta. Ella le baila. Se funden con la complicidad que les ronda. El Extremeño se crece y a Manuela se le revuelven las tripas atravesándole el baile de raza por el cuerpo como un quejío de Fernanda. Y con el remate por bulerías en el que todos se salieron del pellejo, se despidió tras la eterna ovación, la más larga de La Bienal, donde las palmas sonaron distintas, con el calor de quien vive el trance y lo disfruta realmente más allá del compromiso de respeto. Manuela echó el cerrojo a la Bienal de Sevilla. Ya no hay quien baile detrás.
Fotos: Claudia Ruiz. XXII Bienal de Flamenco de Sevilla.
Qué bonita crónica flamenca Kiko.
Lo has bordado.
Enhorabuena!!!
Nos vemos hoy en el Lope de Vega?
Gracias Paco!!! Por allí estaremos hoy. Yo despidiéndome de la Bienal.
Abrazos.
¿Qué se puede ahora decir?
Sin palabras…
Eso es lo que se busca. Eso es lo que sólo este arte puede dar. Eso es lo que no se puede comprar.
Y los responsables políticos de nuestra tierra me temo ni lo huelen…
Llevo más de 20 años viniendo a la Bienal de Sevilla y me vuelvo a Madrid con una absoluta decepción.
Empezamos con Eva y casi acabamos con Roció Molína, ambas en la Maestranza, dos espectáculos, por llamarlos de alguna manera, más propios de un festival de teatro de arte y ensayo que algo que tenga que ver con una Bienal de flamenco, como siempre ha sido la de Sevilla. Dos auténticas tomaduras de pelo.
El remate ha sido la clausura en el puerto. Las actuaciones penosas, eso si con muchos decibelios y en ningún sitio se decía que había que estar dos horas de pie. Esto, como mínimo, se avisa.
En resumen: la peor Bienal que puedo recordar, su nuevo responsable espero que se dedique a otra cosa sino se quiere acabar con el flamenco en Sevilla.
Saludos
Estoy completamente de acuerdo contigo. Desde aquí pediremos la dimisión o cese de Chema Blanco por hundir en los estercoleros esta edición de La Bienal.
Abrazos flamencos.