Lejos del oportunismo político en el avance de la igualdad de la mujer y al abrigo de las cuerdas de Juan Ramón Caro, Antonia Contreras nos ofrece más que un disco una caricia. A través de un arduo trabajo de investigación emparejan con pulcritud y elegancia los poemas de mujeres que vivieron desde el siglo XVII hasta nuestros días, paseándose por el Siglo de Oro, el Neoclasicismo o la Generación del 27. Así renacen flamencas las letras de María Elena Walsh, Dulce María Loynaz, María Rosa Gálvez de Cabrera, Rosalía de Castro, Sor Juana Inés de la Cruz, Carmen Conde, Ernestina de Champourcin y Gabriela Mistral en un ejercicio de adecuación original de poesías que no se escribieron para ser cantadas.
Han sabido conjugar el lirismo poético con un flamenco aterciopelado. No encontraréis aquí voces atormentadas ni el zarpazo de quejíos rotos. Pero tampoco el manoseo de letras repetitivas del imaginario jondo. Aunque desgranan entre sus cortes canción por bulerías, soleá, rondeña y fandango abandolao de El Cojo de Málaga, zambra, peteneras y nana. Además de dos recitados que hilvanan el sentido del disco pero se me antojan desprovistos del acento andaluz que bien le hubiera venido.
De cualquier forma, es una obra conceptual pero flamenca. No todo es el grito. Es más: la malagueña se apoya en la armonía de una guitarra exquisita y profunda para bordar con la serenidad de la honradez, la valentía de quien sabe y la seguridad de la experiencia un disco dulce, meloso, acancionado pero intenso. ¿Acaso no es esto parte de la jondura?
Recurre también a nuevas aportaciones melódicas sin desviarse de lo canónico para desencorsetar la adaptación. Hace de la naturalidad el ingrediente principal de esa mixtura y viaja en el tiempo a por las flores con las que adorna una garganta preñada de la reivindicación de lo femenino. Un trabajo colmado de intimismo y singularidad.
Firma: Kiko Valle