Después del nombramiento de su nuevo director, el joven periodista y crítico de flamenco Luis Ybarra, no habíamos tenido demasiadas noticias del magno festival. Pero ayer, miércoles 8 de noviembre, se dio a conocer la constitución por parte del Ayuntamiento del Consejo Asesor de La Bienal de Flamenco de Sevilla, que se celebrará entre el 11 de septiembre y el 5 de octubre de 2024.
Se trata de un órgano consultivo y de asesoramiento creado con el objetivo de diseñar y realizar propuestas de cooperación. Tras esta primera sesión, los integrantes del Consejo se reunirán de manera periódica para trabajar por el «reencuentro de La Bienal con su ciudad» , tal como manifestó Ybarra, que expresó además que «no tenía sentido hacer un certamen a espaldas de Sevilla y el día de hoy es un gran punto de partida para conseguirlo». La delegada de Cultura Minerva Salas aseguró que esto «nos permitirá enriquecer una cita sin la que no se entiende ya nuestra propia cultura y que en esta edición servirá además para consolidar Sevilla como cuna y capital del flamenco».
El Consejo está formado por profesionales de diferentes ámbitos empresariales y representantes de las instituciones colaboradoras de La Bienal. Lo integran Cristóbal Ortega, director del Instituto Andaluz del Flamenco, Pedro Chicharro por la Diputación de Sevilla, Luis Méndez, del CICUS de la Universidad de Sevilla, María José Parejo, de la Universidad Pablo de Olavide, Gloria Ruiz, de la Fundación Cajasol, Juan Turanza, de la Asociación Hosteleros de Sevilla, Enrique Yerpes, presidente de la Federación Provincial de Entidades Flamencas, Miguel Camacho, presidente de la Unión de Peñas Flamencas de Sevilla, Manuel Curao, periodista flamenco de RTVA, Nuria Sánchez-Grey, de la Fundación José Manuel Lara y Cristina Heeren como titular de la fundación que lleva su nombre.
La creación del Consejo y el anuncio del mismo se nos antoja como un acto de transparencia y buen talante que pone sobre el tapete las credenciales del nuevo director. Reunir en su Consejo una representación de los principales agentes sociales implicados en el ámbito flamenco supone la apertura al diálogo y escuchar las necesidades de todos esos sectores. De ahí que se augure no solo un comienzo con buen pie, sino un futuro mejor para La Bienal respecto a la etapa anterior. No es que sea demasiado difícil superar la deficiente gestión de Chema Blanco, pero de entrada Ybarra muestra una actitud conciliadora, sin prepotencia, dando cabida a todas las voces.
Ver en este órgano consultivo a los presidentes de las distintas asociaciones de peñas flamencas es todo un avance, más aún cuando para el director cesado suponían algo improductivo a lo que no tener en cuenta porque cuanto menos eran a su entender un sumidero de dinero público. Y nada más lejos de la realidad: el tejido asociativo del flamenco es la base de la afición y si se pretende que esta sea una edición «muy sevillana» de La Bienal es absolutamente imprescindible poner oídos a los peñistas. Y lo mismo ocurre con la prensa, representada en la figura del reputado periodista Manuel Curao, siempre alejado de polémicas. Su impecable trayectoria y su incansable trabajo por el flamenco avalan su elección.
Quizá se echa en falta a los tablaos y la presencia asociada de los artistas, pero en la actualidad, a pesar de que existen varias entidades que pretenden erigirse con esta vocalía, no hay ninguna que posea un peso notorio que alcance la representación del colectivo con amplio seguimiento de integrantes. Ignoramos si estos son los motivos por los que no se les ha solicitado pertenecer a este grupo o es para evitar conflictos de intereses que puedan dar lugar a malinterpretaciones de la futura programación. No obstante, nos consta que Ybarra ya está manteniendo encuentros fructíferos en este sentido. Y añado: se acaba de crear la Asociación de Tablaos de Sevilla `Tablas´ que se debería tener en consideración.
Circulan los rumores de que existe otro director a la sombra, menospreciando con ello la integridad y valía de Ybarra. Sea cierto o no y, a pesar de que no ha tenido tiempo de exponer su dotes como gestor cultural de un festival de incalculable envergadura, la actitud con la que aborda todo lo que le va cayendo encima es loable y alentadora. Aceptar el cargo ya es un gesto de valentía porque no es tarea fácil. Nunca llueve a gusto de todos. Y soportar la critica mordaz de la afición y la prensa sevillana, donde humildemente me incluyo, requiere espaldas anchas.
Luis Ybarra es joven pero sobradamente preparado. Y un gran entendido de flamenco. Me gusta. No me escondo ni lo digo con peloteo puesto que no necesito favores. Admiro su escritura desde hace bastante tiempo, aunque esto no cuente para dirigir La Bienal. Le falta experiencia en la dirección, como es evidente a su edad. Pero ahora tiene la ocasión de coronarse. Aludir a su apellido o su formación privada y con privilegios podría tener sentido hasta cierto punto como queja ante la desigualdad de oportunidades. Pero después hay que mantenerse y demostrar que puede reunir méritos para los puestos que ocupa. Lapidar a alguien sin dejarlo rodar no me parece de recibo. Ni llenarse la boca con el apoyo a la juventud y después cuando ostentan un cargo que sus años sean la causa que justifique el acoso.
Lo que no me guste lo diré en su día, pero de momento me parece que La Bienal de Luis Ybarra arranca con buen pie. Creo que irá por buen camino. Espero no equivocarme en mi apuesta pública.