Crespones negros en la amanecía. El flamenco se viste de luto. Ha muerto un pellizco gordo del baile. Con el corazón sangrante en la garganta le damos el penúltimo adiós a Angelita Vargas. La gitanería del arte se resquebraja camino de la orfandad. Van quedando poquitas. Y menos aún que luzcan los dibujos tiznaos de los brazos trianeros y el baile de Sevilla. Y esa forma de torear sobre las tablas bailando con la pureza de las que están tocadas por la varita.
El Hospital San Juan de Dios de Bormujos albergó esta mañana su último aliento. Un ictus la crujió hace unos días y no ha resistío. Maldita la muerte que roba el aire de la buena gente de esta manera canalla. Ya la privó de moverse hace años, pero el flamenco le rebosaba. En ella la resignación no tuvo cabida. Tan solo hace unas semanas que estuvo dando clases sentada, rodeada de la admiración de sus alumnas, todo ello pergeñado por la bailaora japonesa Rhina, que hoy rota de dolor me comunicaba la noticia. El llanto de Carmen Ledesma y las llamadas de los utreranos Luis de la Ramona y Manolito Pelusa me confirmaban la fatídica nueva. Ellos le dedicaron el Tacón Flamenco en 2016. Y todos los cabales del mundo se rinden hoy y para siempre a los pies de Angelita.
Empezó cantando con el remoquete de Angelilla La Gitanilla, que sus queridos Rafael El Negro y Matilde Coral le pusieron. Pero pronto arrasó en el baile, colmando los festivales veraniegos y los teatros de medio mundo. Formó parte del mítico espectáculo Flamenco Puro, cuyo nombre no podría describir mejor la esencia de Tía Angelita. Aunque ni ella misma lo sabe, nació en el 46, o eso dicen los papeles. Y paseó sus apellidos por tres orillas. Fue el sol de Triana el que dio el primer baño de luz a esta flamenca, aunque ahora vivía en San Juan de Aznalfarache, donde el próximo día 22 iba a recibir homenaje en el Teatro Romero San Juan. Y serán las paredes de esta sala las que sirvan de capilla ardiente durante esta misma tarde para despedirla.
Guarda en su haber multitud de reconocimientos y una amplia trayectoria artística que los archivos y hemerotecas nos regalarán hoy a todos los plumillas. Lean si no ustedes el resto de obituarios. Pero le valen más el amor de la afición y su familia. Se ha ido una persona entrañable, gitana de trapío y pura, una maestra del baile. De apellidos Vargas Vega. Se va hoy con su hijo que la espera con los brazos abiertos arriba, mientras aquí regamos con lágrimas negras el penúltimo adiós a Tía Angelita.