Me he colado en el último ensayo de Rúbrica. Les prometí dos docenas de dulces de Utrera para el descanso. Pero cobro el 25. Siempre me sobra mes después del sueldo. Y algo de cara. Llegué rápido y de manos vacías. No sé si habrán creído el juramento de que ya nos veremos entonces. A ver si al final me voy a parecer a ese Venancio o Bernardo o como se llame, que paga a 30, 60 y no vengas. Otra cosa es que después mi crítica del espectáculo sea mala y me busquen para meterme los veinticuatro dulces por donde ellos quieran. Además de subirme el azúcar pondré más kilos. Y no sé si hay más X para ponerle a la L delante en el tallaje que gasto. Por cierto, tiene guasa que antes de que yo naciera se anticipó quien sea, el muy… con el chistecito: te vas a poner como el Kiko. ¡Ea! Se me quedó. A todo esto: si la crítica es buena, invitáis ustedes ¿no? ¡No me va a caer ná de la gente diciendo que me vendo por tres mostachones! Lo que no saben muchos es que si más cara tengo al llegar con las manos en los bolsillos, menos vergüenza me queda para dar leña en un artículo así sea mi madre la que cante. Aunque pague los dulces que me coma a plazos o tenga que ponerme a dieta forzada porque haya eco en el frigorífico. Bromas aparte y dicho esto (hay que soltar algún chascarrillo ya que nos dieron con la primera en la frente) voy a ponerme algo más serio para contarles solo lo que puedo sobre esta obra.
Esperad. Lo que os acabo de decir de La Bienal no es broma. Es de una incompetencia supina en la previsión de los plazos contar con el teatro más emblemático del festival, el Lope de Vega, y a dos días de comenzar los estrenos en sus tablas venir con milongas al personal de que no les ha dado tiempo a terminar las obras o han surgido problemas. Si no ha dado tiempo habed empezado antes y si hay problemas, dadles solución. Lo más sencillo es cambiar la ubicación y llevárselo al Cartuja Center. Algunos se enteraron antes por la prensa que por la llamada del director, Chema Blanco. Si tenían colgado el cartel de no hay billetes en el Lope, como ha ocurrido con Rúbrica, de María Terremoto y Pedro Ricardo Miño, y en el de la Cartuja caben seis veces más personas, ni siquiera se dignan a abrir de nuevo la venta de entradas para que arropen cuantos quieran a estos flamencos acercándose al menos al calor que se recibe en la bombonera de Sevilla. Pero los artistas se lían la manta a la cabeza, se olvidan de polémicas y a lo suyo: a dejarse la piel en el escenario para el público.
Rúbrica es la reivindicación del flamenco de raíz en La Bienal. Se trata de un espectáculo dirigido y producido por Hugo Pérez con un repertorio de cante ortodoxo en la voz de la joven María Terremoto y el único acompañamiento instrumental de las ochenta y ocho teclas del piano de Pedro Ricardo Miño. La jerezana navegará por los entresijos de aquellos estilos que también conoce pero que hasta ahora no ha incluido de lleno en sus actuaciones: malagueñas, caña, abandolaos, farruca, cantes de Levante, marianas, las galeras de Juan Peña El Lebrijano… además de los cantes que borda como los tangos y bulerías. Es lo que La Bienal necesita. La rúbrica con la que sellan la verdad del cante y el piano flamencos dejando su impronta en el panorama musical. María tiene mucho que decir en el cante y lo llevará a su máxima expresión de la mano de Pedro Ricardo. Sin restarle un ápice de jondura, recorrerán rincones inexplorados para el gozo de los aficionaos cabales.
Me encontré el estudio de Pedro Ricardo abarrotado de gente nerviosa por agradar, con una profesionalidad envidiable y dándole los últimos repasos al ensayo general. Cuidando hasta el más mínimo detalle. Artistas flamencos sobradamente experimentados argumentando leves cambios o sugerencias de mejoras para terminar de hilvanarlo. Entregados, soñando con el éxito en el escenario, deseando ofrecer su propuesta al respetable.
Juan Diego y Manuel Valencia a las palmas, Paquito Vega en la percusión, Makarines para los coros, Anabel Valencia como artista invitada y la colaboración de un coro muy especial. Aunque también hay sorpresas que no se pueden desvelar. El vestuario de María llevará la firma de la diseñadora Pilar Rubio.









