Su nombre es un secreto a voces. De esas voces desesperadas que alzan a los cuatro vientos el grito mudo. Mudo porque el dinero les tapa la boca. No el que tienen, sino el que se les debe. Quien trabaja quiere lo suyo. Pero hay un puñao de flamencos esperando el jurdó que maneja un impresentable. El parné que alimenta a un montón de familias está en las manos manchadas de un viejete desaliñao al que le gusta empinar hasta quedarse dormido por las esquinas de cualquier festival. Y lo hace con la cartera de otros. Aunque ya poco se deja ver. Lo que me extraña es que aún no le hayan partido la cara. Y no justifico la violencia. Pero cuando juegan con el pan de la casa de uno…
El representante innombrable tiene el monopolio de los ayuntamientos y hasta de algunas peñas. Y eso que se dice que ha emitido incluso facturas falsas. Pero lo vuelven a llamar. Esto apesta. Aún así continúa copando la representación de circuitos y festivales de media Andalucía y parte de España. En muchas ocasiones inflando los cachés al doble o el triple de lo que cobran realmente los artistas, ganando más que ellos. Se aprovecha claramente de quien depende de él. Pero lo peor es que no paga. Les endiña el trabajo y el cantaor a esperar. Si te coge el teléfono te pega las vueltas para darte otras fechas. Dice que te las abonará juntas. Y lo único que junta son las deudas. Luego tiene la jeta como el cemento de transferirte una limosna en concepto de ‘adelanto’ como parte de lo que te debe. Y se esconde tan pancho mientras pasan los días.
Cuando la cosa aprieta nos agarramos a lo que haga falta. Y si te da tres cosillas pues buenas son. Los artistas tienen su parte de culpa por aceptar lo que venga de él. Los flamencos también comen. Eso de que para cantar bien hay que pasar fatigas… Pero que sean otras y que la barriga esté llena, por favor. Y si va un poquito de jamón hasta te adoba la garganta y sale mejor la cosa.
Por si fuera poco él mismo te pone el precio. Hay que llenar la nevera. Aunque sea pa Navidades y estemos en agosto. Y a mamar o poner el culo. A algunos los va a mandar a coger algodón aguardando su dinero. Encima te llama como el que mercadea con melones: ¿Cuánto me vas a cobrar por echar un par de bailecitos el mes que viene en el festival de Cazón de la Frontera? ¿A cuánto está el kilo de bulerías?. ¿Saben ustedes dónde está Cazón de la Frontera? Donde guarda tu dinero. Y ¿a cuánto está el kilo de bulerías? A lo que a él le dé la gana y por lo que tú entres por el aro. Eso sí: muchos se hicieron fijos en los carteles y por aguantar, restándole posibilidades a los que dijeron que no, han acabado beneficiándose en sus carreras profesionales poniéndose de moda. El compañerismo de boquilla. Mientras algunos rechazaban la oferta otros daban el sí para pillar cacho. Cuando tocara.
Pero esto no es nuevo. Lleva así años y se lo permiten todos: ayuntamientos, peñas y artistas. Enturbia la profesión, maltrata a los flamencos, se lucra y se va de rositas por la puerta de atrás.
En las redes se bromea con sorna sobre este tipo con el apelativo de Venancio Taburete. Todos los que están en el ajo saben de quién se habla. Pero es que tan solo con pronunciar su verdadero nombre hay a quien le entra una mala leche en el cuerpo… No se nombra más que en los corrillos. ¿Por miedo? Aparte de que habría que entrar en el terreno cenagoso de lo judicial a cada paso, algo que ralentizaría aún más ver un billete suyo. Hay que extinguir a este espécimen del flamenco, armarse de valor para organizar una denuncia colectiva y saber decir no a sus caramelitos envenenaos. Enarbolar aquello de «en mi hambre mando yo» y si hay que comer pan con manteca una temporaílla se hace. Sobre todo para no tener que instaurar este menú como dieta permanente. Hay que dar un manotazo en su mesa. ¡Venancio, paga!
Foto: Claudia Ruiz Caro
Buenas noches a los amantes del mundo del Flamenco.
Está cultura única y singular nuestra es una de mis pasiones,me uno totalmente a esta publicación lleno de rabia e impotencia por dentro por no por no expresarlo con otros adjetivos más fuertes.
Hora es ya de que luchemos por un mundo justo de este reconocido Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y cómo dice nuestro himno,terminar de una vez con el Venancio.
Valor , coraje y pa lante
Menuda cuadrilla de tontos listos, el flamenco no tenia que haber salido de su templo sagrado,los artosopas listos de los cojones se aprovecharon de la espiritualidad del cante, digo cante no folklore, y crearon una forma de cleptocracia contrastada en el vomitivo corporativismo que se genera en su entorno, estoy de señoritos interesados asta los mismos gullons, mala raza estos ladrones de espíritu, así les esplote el jurdo que choran, gentuza, el mundo del cante el toque y el baile es un se ha convertido en un antro de corrupción , es una mafia asquerosa, ,,, culpables??pues está claro, las diputaciones, los amiguismos, las concejalías de cultura ectra, pero el que más culpa tiene es el que vende el bendito flamenco por un bocadillo, en el momento que los flamencos quisieron vivir de su sagrado arte se originó toda esta parafernalia maligna , pensaba que los latifundios y los asquerosos señoritos de los cojones se habían estinguido pero está mala raza muta en cualquier época y en cuales quiera en sus formas y entes, ,, satispen tali,
«Cuando hay algo que decí
no se puede uno callá
porque callar es morí…»
Quien es el bicho este?
Un personaje así debería estar lejos del Flamenco. Jugar con la ilusión y el pan de los creadores de nuestro querido Arte, patrimonio inmaterial de la humanidad, pues lo suyo parece ser precisamente todo lo contrario: amor por el patrimonio y lo material, billetes y más billetes, vaya.
A todo cerdo le llega su S.Martín y este no será una excepción. Mientras existan presidentes de peñas, concejales de cultura y festejos, técnicos de cultura y demás entes con estómagos agradecidos seguirá pululando con su espectral figura el viejo asqueroso ese. Todos serán cómplices mientras sigan contando con él para sus festivales y actuaciones varias. Cortemos con esto y condenémoslos al ostracismo, mandémoslo de nuevo a la caverna de donde nunca debió salir.