Toda la noche sin dormir. Ya hurgué en mis cajones de las palabras y en la funda de la guitarra. Nada. Tonterías inservibles: letras vacías, renglones arrugaos, una cejilla rota, dos cuartas viejas por si se rompe otra, un antiguo afinador de viento, mi frustración mohosa – casi olvidada -, el endurecedor de uñas y el teléfono de un maestro. A ver cómo me las apaño para contarlo. Porque salí del Teatro de la Maestranza y en un arrebato tiré la libreta al río. No sé por qué. Ahora me ciega el brillo de la pantalla. Estoy por cortarme las venas de las muñecas después de esto, afilar la pluma, mojarla en sangre y empezar a escribir el testamento de un pobre para evitar al menos que desahucien a la familia de un crítico al que ya no le ha quedado ni el corazón. Me lo han robado. Y las notas de mi libreta en el fondo del Guadalquivir. ¿Qué digo? Recuerdo que puse algo así: <<Vicente Amigo no tocó bien>>. A ver cómo lo explico. Además sin que se enteren los flamencos a estas alturas que no soy taurino. Porque Rafael de Utrera no paró de corear cantando mejor que nunca con tercios toreros. Y encima Vicente le dedicó una soleá soberbia ( Sevilla ) al matador Pablo Aguado, que recibió en el patio la ofrenda sobre un charco de lágrimas de emoción ante la insultante exposición de delicada flamencura. Menos mal que la faena iba en homenaje a Manolo Sanlúcar. A Dios sí lo conozco. Para Pablo fue solo un toro.
¿Y si me espero a que Martín Martín escriba lo suyo y le doy un mangazo sin que se note mucho? Me pillan fijo. Se darían cuenta que este chanelaó flaquea. Pero es que salió Vicente bañado por un divino cenital y ya no recuerdo nada (ni siquiera os diré algo de El Choro, que bailó casi al final de la cita). Tronaron los aplausos. Pensé que era la despedida, pero sonó una taranta ratera que me birló el sentío. Solo sé que mientras remataba por soleá me desperté otra vez para meterme en los Tangos del Arco Nuevo <<Vicente no tocó bien>>. Creo que puse eso. Porque en los dos primeros astados no toreó a gusto. Supongo que acojonao. Porque la mitad del papel de la taquilla del teatro la compraron guitarristas con los ojos brillantes y los dedos encogidos para no comerse las uñas.
Vicente no tocó con técnica, dejó a ras el hueso del puente restándole tensión y cuerpo al sonido de ese caramelito de Reyes que tiene gastao de placeres, pegó treinta enganchones, no es quien mejor pica, se le fueron escalas a la sombra de los ecos del coro, el bajo y la percusión… Se dio un Paseo de gracia por la Memoria de los sentidos y hasta llegar tocando un Bolero a Amoralí consiguió desgranar el recital con un repertorio que no fue el más acertado: empalagao de bulerías y tangos. Me los tragué a gusto. Casi sin darme cuenta llegué a Roma. Fue entonces cuando me poseyó con su Réquiem. Y levitando en un orgasmo con las seis cuerdas me dio un vuelco el corazón. Resucité a zamarreones de locura para ordenar mis emociones y las palabras que había desparramadas en el papel. Ahora sí me acuerdo. Ya sé lo que escribí: <<No tocó bien Vicente…>> ¡No ni ná!
Con la memoria recobrada en el puño de la mano con la que sequé mi llanto, tiré encorajao la libreta impotente por no tener el tesoro de la palabra para dibujar su toque. Porque someter a unas pocas letras lo inconmensurable de la guitarra de Vicente es una injusticia, una ofensa. Seguro que otros derramaran su tinta chorreando elogios con el don de la escritura. Yo me quedé desnudo, mendigándole al diccionario las migajas. Vicente se llevó mi patata. Me tocó las fibras y al vibrar me sacudió la talega de las frases. Me quitó el entendimiento.
<<Vicente no tocó con técnica, dejó a ras el hueso del puente restándole tensión y cuerpo al sonido de ese caramelito de Reyes que tiene gastao de placeres, pegó treinta enganchones, no es quien mejor pica, se le fueron escalas a la sombra de los ecos del coro, el bajo y la percusión…>> Es verdad. Pero dio exactamente igual. Hay taitantos jóvenes guitarristas virtuosos que pican de vértigo, trinan con limpieza en los trémolos y arpegios, armonizan como les da la gana… pero les falta algo. Lo más importante: Vicente tiene el alma de la guitarra. Y el alma de la guitarra tiene a Vicente. Se pertenecen.
Vicente Amigo tocó bañado por una iluminación absolutamente exquisita que parecía un músico más del cartel creando la magia sobre el entarimado. Impresionante, tremenda, cautivadora. Ofreció en hora y media una docena de flores embriagadoras que dejarán impregnado su perfume en los sesos de los locos sonantistas, de los que paladean el buen toque. Transitó por el compás como el ciego que conoce los surcos de la calle. Y tocó con la yema de sus dedos las cuerdas que amarran las debilidades de los aficionaos. No tocó bien Vicente… Vicente es el toque.




Fotos: Claudia Ruiz. Bienal de Flamenco de Sevilla.
Ficha artística:
Guitarra: Vicente Amigo
Cante: Rafael de Utrera
Segunda guitarra: Añil Fernández
Coros y palmas: Los Mellis
Percusión: Paquito González
Bajo: José Manuel Posada `Popo`
Baile: El Choro
Madre mía, Kiko, estás que te sales.
Me alegra que te guste. Abrazos
Como naqueras que corazón pones olé tú y tus metales
Gracias amigo. Hoy me salió así. Abrazos
Las seis cuerdas, que en manos de Vicente…. Abrazos
Enhorabuena por lo que ha salido de tu pluma…..👏👏👏👏👏
Muchísimas gracias. Abrazos
Que manera de expresar un sentimiento con palabras y pensares😘✍🏼🎼💯
Gracias. La culpa la tuvo Vicente. Saludos flamencos
No lo vi ni lo oí, quizá hubiera sentido lo mismo que tú , pero sabes ? Mientras leía esta crítica sentí algo así … como si Dios hubiera mandado a alguien de su corte celestial a escribirla.
Me meto en tu mundo, me emborracho con tus palabras y me tiro al rio para recoger tu libreta.
Muchas gracias Mercedes. Por meterte en mi mundo y recoger mi libreta. Abrazos