El campo, los caballos y el cante. Sobre todo el cante. Estas son las tres cosas en las que ocupa el tiempo una joven de Trigueros (Huelva) que viene arrasando a sus 18 años por los escenarios de concursos, teatros y peñas. Ha pisado tantas que ya ni se acuerda. Pero se sitúa cuando le traen a la memoria qué Mc Donalds hay cerca. En su pueblo es toda una institución. Se siente muy querida. Aunque sabe lo importante que es que sus propios compañeros la sigan. Ha dado recitales por Sevilla, Huelva, Málaga, Cádiz, Córdoba, Barcelona… Le gusta ir a escuchar flamenco y empaparse de lo que hace cada uno. Es una aficioná empedernida que turna a sus padres para llevarla de un lado a otro. Lucía Beltrán es una bohemia del cante y la vida. Tiene clarísimo el deseo de un futuro en el flamenco. Lleva formándose desde los 8 años en la escuela de Antonio El Jaraqueño. Le invade la timidez, pero se transforma al subirse al entarimado. Ahí arriba no tiene nervios. Los guarda junto a su bondad e inocencia para esta entrevista.
¿Cómo llegas al flamenco? ¿O el flamenco llega a ti?
El flamenco ya estaba en mi casa. Lo he vivido desde muy pequeña. Mi padre toca la guitarra. Y mi abuelo es un buen cantaor aficionao. Muy crítico. De hecho a él le debo gran parte del amor que le tengo al cante. Con él he escuchado a Antonio Mairena y La Niña de los Peines. Y a Valderrama. Fíjate si me gusta que mi perro se llama Juanito por él. También me atraen otras músicas y cantaores flamencos actuales, pero acabo poniendo a los antiguos. Cuanto más se acerquen a la raíz, mucho mejor.
Hemos visto tu nombre en algunos teatros, pero has cogido tablas en las peñas y muchos concursos
Sí. Empecé pronto. Mis primeras actuaciones fueron con 8 años en los concursos de fandangos. Recuerdo con mucho cariño cuando gané el primer premio en la Peña La Orden. Era la más pequeña y miraba extrañada a todo el mundo. Después llegaron otros más importantes, como el de Mairena y el de Las Minas. Prefiero cantar en los teatros, porque valoro mucho un buen sonido. En el Festival de La Unión imponía cantar antes dos mil personas de público. No se escuchaba ni respirar. También he ido a muchísimas peñas desde muy pequeña. Tantas que ni me acuerdo. A veces las ubico por los Mc Donalds que hay cerca (risas).
¿Los premios te abren camino o suponen una responsabilidad?
Los concursos te dan experiencia en el escenario. Los premios llenan. Creo que antes abrían más camino que ahora. Hay muchos cantaores con un palmarés increíble pero ni siquiera son conocidos. La fama no va ligada a los premios porque salvo algunas excepciones, esos reconocimientos ya no tienen el mismo peso. Y es algo que se podría solucionar ofreciéndoles muchos contratos para promocionar a esos artistas a través de la organización, en las federaciones de peñas y otros circuitos. Serviría para evaluar a los cantaores. El que valga, seguirá adelante.
¡Qué presión subirse a un escenario! Supongo que los nervios te la habrán jugado más de una vez. ¿Tienes algún ritual o manía para aliviarlos?
¡No! (risas). A lo mejor es porque lo tengo integrado. Pero no me pongo nerviosa. No tengo ninguna manía ni ritual. Voy muy tranquila. Antonio me dice que tengo un tirito dao (risas). Y es que soy muy bohemia.
En algunos estilos te encontrarás más cómoda
Me siento muy cómoda en las tonás. También en la soleá por su carácter solemne. Aunque ya me desenvuelvo bien en muchos palos para los que me he preparado. Estoy más a gusto cuanto mejor los conozco. Canto por malagueñas, granaínas, polo, caña, vidalita, bamberas, abandolaos, seguiriya, cantes de ida y vuelta, los de Levante… Con 10 años sabía ya más de 30 fandangos. Los estilos que más me gustan son los de Paco Isidro, Rengel o El Niño León. Eso por Huelva. De los personales domino menos, pero me encantan los de El Gloria.
Y creo que la seguiriya es un cante de muchas fatigas. Expresa un dolor intenso con muy poco. Además creo que cantarlas a compás es muy dificil. Es el drama del flamenco. Y quien no ha pasao algo de pena…
Eres muy joven para eso. Aunque algunos amoríos, desengaños o fatiguitas habrás pasado
Algo hay (risas). Siempre se viven cosas desagradables aunque seas joven. Yo pienso que te tiene que pasar algo para poder expresar. Hay que vivir desengaños, un amor prohibido, una pérdida… Los palos del flamenco están condicionados por la vida. Es raro que unas alegrías hablen de la muerte. El cante va relacionao con la letra. El flamenco es muy rico. ¡Hay que ver lo que se puede decir en los tres versos de una soleá! O los fandangos, que son sentencias. Eso es lo que pasa cuando te cantan y te hacen llorar. Y las letras. Yo intento identificarme con aquellas que tienen un mensaje profundo. Son historias que hay que transmitirle al público, aparte de sentirlas. La gente se identifica con ellas, con lo que han vivido. Yo canto muchas de las clásicas, pero otras me las escribe Jaraqueño. Y creo que eso es bueno para la afición. Hay que darles un poquito de trabajo con letras nuevas. Los jóvenes tenemos esa responsabilidad.
Entonces, cuando cantas ¿en qué piensas?
Cuando canto no estoy pensando en nada. Si quieres cantar bien y transmitir, no puedes pensar , hay que sentirlo. No quita de que me meta en la letra, pero me inspira más el momento que vivo y cómo me siento. Me preparo mucho algo y a veces acabo cantando lo que me da la gana (risas). Pero siempre siguiendo las indicaciones de Antonio. Incluso cuando me salen otras cosas. Luego me escucho para corregirme. Él es muy crítico conmigo. Yo también. Soy inconformista, exigente y perfeccionista con lo que hago. Y cuando alguien ha escrito o comentado algo sobre mí, lo he sabido encajar. También es verdad que casi siempre he recibido buenas críticas, consejos muy constructivos. Me reconfortan. Me han animado a seguir estudiando y cantando como lo hago. Y aunque sé que es normal que tenga influencias de muchos cantaores, me gustaria forjar mi propio sello. Yo canto a mi forma, no pretendo copiar. No soy fanática de ningún artista en concreto. Me da igual que sean gitanos o payos. Eso sí, no me gustan los cantaores que pegan voces.
Parece que tienes claro que tu futuro está en el flamenco
Quiero futuro y el futuro viene con mucho trabajo, teniendo siempre los pies en la tierra. Ahora estudio bachillerato de artes escénicas. Quizá más adelante acuda al conservatorio para ampliar mis conocimientos. Puede que en Córdoba. Tengo el elemental de piano y me acompaño a veces con este instrumento. Le doy a la guitarra. Sé que algo tengo que estudiar pero aún no lo tengo del todo claro. Pero sí, mi futuro está en el flamenco. También me planteo grabar un disco, pero no ahora desde luego.
Llevas en la escuela de cante de Antonio El Jaraqueño desde que medías tres palmos. Si yo tengo un oído en Cuenca y otro en Pamplona… ¿Podría aprender a cantar?
He visto a alumnos entrar en la escuela sin afinar ni un tono y ahora cantan bien. Allí empezamos por los fandangos. Antonio los canta y se acompaña a la guitarra, aunque hay un guitarrista que nos toca. Hay grupos por niveles. Nos enseña de quiénes son los cantes y cómo van, los grabamos y luego trabajamos en casa. Después volvemos a cantarlos y nos corrige los tiempos, desafines… Si no tienes cualidades no vas a ser profesional, pero hay muchas cosas que se arreglan. Cuando lo tienes integrado, ya no piensas en las notas ni el compás. Sale solo. Otra cosa es el talento, el pellizco.
Lucía Beltrán es una cantaora humilde pero de sobrada preparación. A pesar de su insultante juventud encandila a los aficionaos. Parte de culpa la tiene su maestro Antonio El Jaraqueño a quien ella admira profundamente y le está muy agradecida por procurarle los conocimintos necesarios que le granjean la seguridad que rebosa en los escenarios. Podríamos colmarla de elogios, pero juzguen ustedes mismos. Si tienen oportunidad de escucharla, no se la pierdan. Anoten cita con su cante el próximo 10 de marzo en la Peña Flamenca de Lepe con Patrocinio hijo a la guitarra, el 14 y el 29 de julio y el 19 de agosto en los Reales Alcázares de Sevilla o en la Suma Flamenca de Madrid el 23 de septiembre.